La primera Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de América del Sur y de los Países Árabes, que se inicia hoy en Brasil, es una excepcional oportunidad para que el Perú y Chile reabran ese espacio inicial de diálogo que todos estamos esperando después de las tensiones del último mes. Atrás deben quedar las posturas chauvinistas y soberbias que solo consiguen elevar la temperatura política, agudizar la crisis y cerrar puertas. Lo que más bien se necesita es abrirlas y a ello puede contribuir el encuentro informal de los presidentes Toledo y Lagos. Es mucho lo que perdemos ambos países con desentendimientos que reavivan viejos prejuicios, ponen en riesgo la estabilidad de una vecindad importante y llevan a la congeladora proyectos de complementación bilateral, vitales para los planes de desarrollo. El presidente Lagos ha abierto un espacio al reconocer que su país sí vendió armas a Ecuador. Es más, autorizó al embajador Mariano Fernández --vicecanciller cuando se realizaron las cuestionadas transacciones-- para que explique las circunstancias de la entrega del material bélico. Así el mandatario puso paños tibios a la crisis, retornó al campo de la diplomacia y abandonó esa cerrada defensa que había asumido su gobierno sobre un problema que si bien se produjo hace diez años, debe ser resuelto ante las circunstancias del momento por ambas partes, con las disculpas públicas chilenas de por medio. Lagos podría asumir esa tarea con el mismo espíritu con que ha reconocido lo hecho por el gobierno de concertación que lo antecedió. En cuanto al Perú, debe defender el interés nacional firmemente, pero con coherencia y, como bien señala el ex canciller De la Puente Radbill, al amparo de la diplomacia y la equidad.