ETANOL:¿VALE LA PENA FORZAR LA JUGADA?
6 de julio de 2009

Durante mucho tiempo, se pensó que el desarrollo sectorial podía hacerse sobre la base de medidas legislativas de incentivos a la actividad que los gobernantes veían como "estratégicas". Siguiendo esta creencia, la famosa política industrial de sustitución de importaciones de los años 1950 a 1970 generó en América Latina elefantes blancos industriales que a la larga desaparecieron. Comprobada su ineficacia, dichas políticas de desarrollo artificial dejaron de practicarse. El resultado fue un desarrollo más vigoroso de la industria, sobre la base de la apertura comercial y el incentivo a la competitividad. El desarrollo exportador manufacturero de las mismas economías sin recurrir a la protección refutó así la antigua creencia "desarrollista".Lamentablemente, esta lección histórica se está olvidando. El voluntarismo industrial está reapareciendo en América Latina, muchas veces bajo argumentos falaces de protección del medio ambiente. Tal es el caso del desmesurado entusiasmo en el Perú por los biocombustibles.En efecto, como se hacía antiguamente, se dio la Ley 28054 para promover el mercado de los biocombustibles, con el objetivo de fomentar el desarrollo agroindustrial, generar empleo y reducir la contaminación ambiental. Y a través del Decreto Supremo 021-2007 se obliga el uso de biodiesel con diesel 2 en una proporción del 2% y de etanol en gasolina en una proporción de 7.8%.El problema es que cuando uno analiza los detalles se da con muchas sorpresas. En primer lugar, según el Premio Nobel de Química Hartmut Michel, los combustibles de origen vegetal no son una opción para combatir el cambio climático, ya que no ahorran emisiones de CO2 (lo emitido para producir etanol equivaldría a lo ahorrado en emisión). En segundo lugar, dicha obligación es anti-económica para un país como el Perú que produce más gasolina de lo que necesita. Por lo demás, la mezcla disminuye el rendimiento del combustible y puede tener problemas de adaptación en algunos vehículos.Estas desventajas no justifican la obligación de mezclar biocombustibles con los combustibles tradicionales. Menos aún el costo de adaptar las plantas de abastecimiento para recibir y mezclar el etanol, así como el costo de implementar ductos, de controlar el cumplimiento de la norma, de adaptar los sistemas de seguridad contra incendios, etc. En apariencia, cuando se habla de biocombustibles, uno tiene la sensación de que estamos hablando de mejoras para el medio ambiente. No obstante, la realidad parece no validar esta percepción. Sucede algo parecido con la percepción de la deforestación. Muchos ambientalistas y defensores de las comunidades nativas rechazan la gran inversión en la Amazonía, a pesar de que está comprobado de que solo con grandes empresas reguladas se puede garantizar el desarrollo sostenible de los bosques.No se trata de impedir el desarrollo de los biocombustibles. El crecimiento de su producción, sobre la base de una lógica de mercado empresarial, puede ser un fenómeno sin duda positivo. Pero no tiene sentido forzar la jugada, señala Daniel Córdova, director de la Escuela de Postgrado de la Universidad del Pacífico.

  • [Gestión,Pág. 31]
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