PUERTOS Y RENTABILIDAD SOCIAL
4 de mayo de 2005

De pronto todos hablan del fabuloso incremento de las exportaciones, de su impacto descentralizador, y en el caso particular de las exportaciones agrícolas de su rápida capacidad de generar empleo decente. Por ahora se habla más de Ica y de La Libertad, pero pronto será de Piura, Moquegua o Cajamarca. Año tras año, desde mediados de los noventa, las exportaciones de productos frescos crecen a tasas de dos dígitos, y se suman nuevos productos a los tradicionales conocidos por los limeños. El Perú está redescubriendo una nueva economía, la misma que si bien ocupa menor área que la agricultura tradicional, emplea mucho más gente, toda de manera formal, con protección social y con un horizonte de desarrollo. ¿Hasta cuánto puede crecer este sector? Por el lado del mercado no veo ningún problema. Incluso en el caso del espárrago, único producto en el cual el Perú participa entre los grandes productores, el mercado -la demanda- crece a tasas mayores que la producción local o la global. La respuesta entonces no viene por el mercado, sino por el tema logístico: ¡Creceremos hasta que los puertos aguanten! En el 2004, el Perú exportó 280,000 toneladas de productos frescos: 13,000 de uvas, 15,000 de mandarinas, 66,000 de mangos, 16,000 de paltas, 31,000 de bananas, 58,000 de cebollas y 80,000 de espárragos, sin contar los productos envasados, el azúcar y el café. Jorge Chávez, el Callao y Paita exportaron 74,000, 98,000, y 101,000 toneladas, absorbiendo el 97.5% del total. En el otro extremo, Pisco exportó un contenedor de 22 toneladas. Como cualquier conductor de camión refrigerado puede explicarles a los señores congresistas, o a los distinguidos miembros del gabinete, en los meses de mayor exportación de productos agrícolas la congestión en los puertos es tremenda, con la consiguiente pérdida de tiempo, mayores costos y erosión de la competitividad nacional. En los puertos regionales, salvo Matarani, casi no hay servicios. ¿Hasta cuándo? El gobierno del presidente Paniagua dejó sin efecto la buena pro que se dio en noviembre del 2000 para la concesión de los puertos regionales. La prensa de entonces reproduce declaraciones en el sentido de que se darían en concesión en dos años. Han pasado cuatro años y medio, y todo indica que "aquí no pasa nada". Si el gobierno central de Lima no sabe, no puede o no quiere (más parece que no puede), es hora de pasarle la gestión de los puertos regionales a los gobiernos regionales. Y como en Nueva Zelanda, hacer esquemas mixtos público-privado con las regiones. El crecimiento económico descentralizado, el empleo decente en el campo, y la rentabilidad social que juntos traen no pueden parar porque el actual gobierno central no puede, señala el empresario José Chlimper.