POR UNA CONTRALORÍA AUTÓNOMA, TÉCNICA Y EFICIENTE
17 de mayo de 2009

Finalmente, luego de un largo interregno de siete meses y varios intentos fallidos, tenemos nuevo contralor. Y aunque hubiera sido preferible que la ratificación congresal de Fuad Khoury fuese más reflexiva y con un consenso mayor, lo cierto es que fue uno de los candidatos propuestos por la comisión Webb, lo que en cierta manera es un buen espaldarazo inicial.La rapidez de este último proceso de nombramiento se explica en parte por el excesivo celo que mostraron antes ciertos grupos parlamentarios, que escudriñaron no solo la trayectoria académica sino hasta asuntos irrelevantes de los candidatos propuestos. Y aunque en el caso de Ingrid Suárez se descubrió datos que la hacían incompatible con el cargo, en el de Edmundo Beteta primó sobre todo la confrontación politiquera.Dicho esto, el reto del nuevo contralor sigue siendo enorme: mantener y consolidar la autonomía y eficiencia de una institución vital para la marcha del Estado y la lucha anticorrupción. En tal cometido, es interesante que Khoury haya anunciado que se hará un diagnóstico de las debilidades existentes en materia de control en las entidades del Estado, para proceder a hacer las correcciones necesarias. Dentro de ello deberá explicar cómo hacer para dar trámite a la abultada carga de expedientes acumulados por la ausencia de un titular. Luego, como ha dicho Khoury, la contraloría debe convertirse en un socio estratégico del Estado. ¿Cómo? El reto aquí es encontrar el justo medio entre un control eficiente pero no bloqueador de la aprobación de proyectos de inversión pública, lo cual demandaría incluso una revisión de la normativa vigente.Como se demostró luego del desastre de Pisco y ahora mismo con el plan de estímulo económico, del que se espera tanto para reactivar la economía nacional, en algunas ocasiones el organismo contralor se convirtió en obstáculo tanto para la llegada de la ayuda cuanto para la dinamización de la economía.El telón de fondo inevitable de todo esto es la lucha contra la corrupción, que aparece en el primer lugar de las preocupaciones ciudadanas y corroe el aparato estatal.La contraloría, efectivamente, no puede perder de vista que su principal función es garantizar el buen uso de los recursos del Estado que aportan los contribuyentes. Y si bien tiene que buscar ser más eficiente para no dificultar la aprobación de proyectos, del otro lado debe ser sumamente severa a la hora de detectar cualquier irregularidad, por mínima que sea.Todo ello exige del contralor no solo mantener la autonomía de la institución, por encima de cualquier injerencia política o de grupos de poder, sino también consolidar un equipo técnico con la suficiente autoridad y "expertise" para entender los recovecos del Estado, las maneras en que algunos malinterpretan la ley y denunciar administrativa y penalmente a los inescrupulosos.La ciudadanía permanecerá atenta a la actuación del nuevo contralor, que debe contar con el apoyo de todos. Al respecto, es importante recordar que la Defensoría del Pueblo hizo un buen diagnóstico sobre los niveles de corrupción y que el jefe del Gabinete, Yehude Simon, ha lanzado el plan nacional anticorrupción, a todo lo cual no puede ser ajena la contraloría.(Edición domingo).

  • [El Comercio,Pág. A 4]
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