Para desempeñar su papel de párroco universal, Juan Pablo II dejó las llaves del gobierno de la Iglesia a la curia romana y las de la doctrina al cardenal Joseph Ratzinger. El purpurado alemán no sólo fue el guardián de la ortodoxia del papado de Karol Wojtyla, sino el ideólogo de la involución eclesial de las últimas décadas. En el interregno de la sede vacante se convirtió también en referencia esencial del proceso sucesorio.Joseph Ratzinger nació en un humilde pueblo de Alemania, Marktlam Inn, en 1927, en el seno de una familia bávara tradicional. Su padre era policía y muy religioso.El nuevo Papa debió interrumpir sus estudios al estallar la Segunda Guerra Mundial, durante la cual fue asignado a una unidad antiaérea en Munich siendo miembro de las juventudes hitleristas, algo a lo que -según él- fue forzado.Sus simpatizantes dicen que su experiencia bajo el régimen nazi lo convenció de que el Vaticano debía tener una fuerte posición respecto de la verdad y la libertad. Tras ser ordenado sacerdote, Ratzinger apoyó el Concilio Vaticano II en la década de los 60 y su espíritu de convertir a la iglesia en una institución más abierta.Más tarde, siendo profesor en la ciudad alemana de Tubinga, el Panzerkardinal, como le llaman en Roma, vivió de cerca las protestas estudiantiles y hay quienes dicen que allí se definieron muchas de sus posturas ulteriores. El sacerdote bávaro fue nombrado arzobispo de Munich en 1977. Pocos meses después se convirtió en cardenal.Para sus seguidores, Ratzinger es una persona dotada de un gran intelecto y de un generoso espíritu cristiano.