¿PRETENDE EL CONGRESO QUITARLE AL PAÍS SU SENTIDO DE FUTURO?
16 de abril de 2005

El fracaso del intento de reforma constitucional sobre el retorno a la bicameralidad es preocupante. No solo por lo que significa en sí mismo, sino porque llama a seria reflexión sobre la gestión del actual Congreso, la idoneidad de la clase política y el futuro de la gobernabilidad democrática de nuestro país.Ante todo, se evidencia la falta de liderazgo y de cohesión de los partidos y movimientos representados en el Congreso para apoyar, de modo consistente, una iniciativa que la mayoría de ellos considera necesaria. Recuérdese que, aunque no se alcanzó los 81 votos necesarios, hubo 72 a favor de la bicameralidad. Sin embargo, a la hora de la verdad pesaron más los apetitos electoreros de algunos, que miraron más a las encuestas y su eventual reelección antes que el interés nacional. A más de eso, los prolegómenos y la votación misma han servido de pretexto para que algunos decidan renunciar a sus bancadas y partidos, sin una explicación coherente. ¿Qué está pasando? Queda claro para la opinión pública que, a pocos meses de la convocatoria a elecciones, cuando el país reclama consensos para construir alianzas sólidas basadas en programas y objetivos de mediano plazo, sale a luz todo lo contrario. No solo el ánimo ególatra y aprovechador de algunos, que buscan acomodarse según sus intereses personales, sino también la ceguera de otros que se involucran inescrupulosamente en negociados y tomas y dacas partidarios, a espaldas de lo que exige la nación.Por supuesto que no se puede generalizar, pero es innegable que el desprestigio del Parlamento se debe al comportamiento antiético, escandaloso y a veces delictivo de algunos de sus miembros, a la poca capacidad para sancionar a sus pares, y a la falta de voluntad y firmeza para sacar adelante las leyes que necesita el país.Lamentablemente para el futuro del Perú, esta conducta no es exclusiva del Congreso, sino que caracteriza igualmente al resto de poderes públicos. Al Ejecutivo, que sigue sin aprender de sus crasos errores y los repite con poca vergüenza, y al Judicial, envuelto en una crisis paralizante que no le permite reformarse para dejar atrás la ineficiencia y la corrupción tan adheridas a su accionar.La cuestión ahora es: ¿Qué podemos esperar los peruanos de este Congreso y de la clase política en general? Pues un mínimo de responsabilidad, coherencia y racionalidad para asumir y sacar adelante una agenda mínima en los quince meses que restan de este gobierno. Allí está, como telón de fondo, el Acuerdo Nacional, cuyos puntos fundamentales siguen vigentes, a la espera de un esfuerzo consensuado para reflotarlos.En cuanto a las reformas constitucionales, sigue pendiente, por ejemplo, la posibilidad de la renovación por tercios del Parlamento, lo que permitiría un mayor control y fiscalización ciudadana de sus representantes. Asimismo, tiene que retomarse seriamente los proyectos concernientes a la reforma judicial, entre otros, para reformar la Sala Plena y el Consejo Nacional de la Magistratura. Habría que analizar también la necesidad de afirmar la autonomía de la procuraduría y los organismos reguladores, de modo que puedan cumplir su labor con mayor eficiencia y menos interferencias políticas o de otro tipo.¿Es mucho pedir? Sería realmente irresponsable que el Congreso y la clase política insistan en un comportamiento suicida y ajeno al bienestar de la nación, y echen a perder no solo los logros macroeconómicos que se están afirmando, sino las posibilidades de desarrollo y estabilidad por las que los peruanos hemos pagado ya demasiados sacrificios. (Edición domingo).

  • [El Comercio,Pág. A 4]
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