Si el Poder Legislativo aprueba hoy la reinstauración del sistema bicameral, marcaría un hito indiscutible y positivo en su historia reciente.Y es que más allá de los consabidos oportunismos y protagonismos, llegó la hora de pensar en el futuro y devolver al Congreso algo que nunca debió perder: una Cámara de Diputados, que goce de la potestad de la iniciativa legislativa, y un Senado revisor de leyes, integrado por personalidades probas, representativas del país y elegidas por distrito electoral único.La propuesta es concreta: lo que se necesita es un Parlamento pequeño, austero y bicameral. Con no más de 150 congresistas y una reingeniería en la lista de gastos. La bicameralidad no tiene que repetir los errores actuales ni acarrear un mayor presupuesto a la caja fiscal.Con las cuentas claras, la garantía de la idoneidad del parlamentario y la probada representatividad que da el distrito único, la cuarta pata de la mesa del buen funcionamiento del Parlamento será su eficiencia, que deberá materializarse con todos los recaudos que sean necesarios. No más parlamentarios 'outsiders', tránsfugas o topos. Tampoco legisladores que abandonen los partidos por los cuales fueron elegidos.La bicameralidad no resolverá la grave crisis de la alicaída clase política, pero por los menos podría frenar la improvisación y manipulación en la función legislativa, algo que concierne a todos los peruanos.Dada la polarización con que los parlamentarios llegan a la plenaria de hoy, es importante pedir que dejen de lado las presiones de grupo e inhibiciones de cualquier tipo. Es decir, que emitan un verdadero voto de conciencia, sereno y racional.