TLC: LOS FRUTOS DE UNA COHERENTE POLÍTICA DE ESTADO
18 de enero de 2009

Una vez aprobada la entrada en vigencia del tratado de libre comercio entre el Perú y Estados Unidos, es momento de hacer un recuento crítico de lo sucedido y ver cómo sacamos el mejor provecho para el país.Y, como en el caso del gas de Camisea, que tardó mucho por la ciega oposición de sectores radicales que polarizaron el país, habría que pensar en cuán más rápido se hubiera logrado este TLC si no hubiese habido tanta confrontación sobre el mismo. Sin embargo, finalmente, se impuso la responsabilidad de nuestros gobernantes, que dejaron de lado agendas sesgadas e incluso a pesar de sí mismos. Hay que recordar que el propio presidente Alan García varió su posición electoral, cuando se dio cuenta de la magnitud del reto. El TLC responde así a la continuidad de una política de Estado de mediano y largo plazo, que comprometió a dos gobiernos, de Toledo y García. Complementariamente, hubo necesidad de construir consensos políticos internos en el Congreso anterior y el actual para lograr en corto tiempo la aprobación del tratado, ratificarlo y delegar facultades para implementarlo. Tampoco faltaron las reticencias y hasta bloqueos de legisladores demócratas estadounidenses que amenazaron con revisar y postergar este TLC.Y, por si esto fuera poco, el Perú tuvo que hacer duras concesiones en aspectos polémicos como el de los subsidios, en el entendido de que se trataba de conseguir un bien mayor. Luego, hubo que lidiar también con asuntos hipertécnicos como la legislación ambiental y laboral. A propósito, si bien hay que reconocer que el equipo técnico peruano ha hecho el mejor esfuerzo, es evidente que el Estado carece del número necesario de negociadores en materias sumamente especializadas y complejas. Ahora que entrará en vigencia el TLC debería contar con un plantel propio que enfrente nuevos conflictos y divergencias en la aplicación.En lo positivo, este TLC nos permite la entrada privilegiada, sin pago de aranceles, al mayor mercado del mundo, 180 veces más grande que el nuestro, lo que asegura el crecimiento y dinamismo de nuestras exportaciones, así como la creación de empleo en una cadena dinámica que aún debemos consolidar. Y si bien es innegable que la crisis afecta a la primera potencia, la diversidad de nuestras exportaciones es un punto a favor nuestro. Por lo demás, es previsible la llegada al Perú de nuevas inversiones de países de la subregión que no cuentan con tratados equivalentes.En tanto, sigue siendo un reto mejorar la competitividad, a lo cual deben abocarse urgentemente el Gobierno y el sector privado. No hay tiempo que perder para convocar concesiones que mejoren la deficitaria infraestructura vial y portuaria, con lo que se podría interconectar los focos de desarrollo y embarcar los productos a tarifas razonables. Los empresarios, en esta nueva etapa, deben dejar atrás cualquier tentación mercantilista para lanzarse decididamente a la renovación de maquinaria y la innovación tecnológica y creativa que permita destacar en un mercado altamente competitivo.Finalmente, tengamos claro que este TLC favorecerá esencialmente a la costa y los sectores más integrados a la modernidad y al desarrollo industrial. Por ello, debe ser materia de preocupación y debate nacional cómo hacer para integrar a la sierra y la selva a los beneficios del TLC, con lo que se pueda acabar con la desigualdad y evitar más conflictos. El programa Sierra Exportadora y otros similares deben merecer atención prioritaria para enfrentar el mayor e histórico reto interno: acabar con la exclusión, el desempleo y la pobreza, en lo que se ha dado en llamar el TLC hacia adentro.(Edición domingo).

  • [El Comercio,Pág. A 4]
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