LA PROVINCIA SE LEVANTA
7 de abril de 2005

Cuando este gobierno dispuso el inicio del proceso de descentralización, advertimos que largar la bandera de partida de una demanda secular en el Perú sin haber diseñado una estrategia integral y orgánica, que fuera más allá de la simple ley normativa, podía convertir al pretendido Pachacútec (nuestro atribulado Presidente) en una suerte de Túpac Amaru, víctima de amenazas de desmembración.Hoy, la realidad nos da, lamentablemente, la razón. No sólo por la profusa puesta en escena de conflictos y levantamientos regionales -como el que ahora acontece en Andahuaylas- sino por la rebelión que diversos movimientos políticos regionales anuncian si no se modifica la ley electoral que los margina del proceso del 2006 al obligarlos a constituirse o aliarse con partidos nacionales (disposición que la oligarquía electoral limeña estableció para asegurar su cómodo statu quo).El clamor provinciano no es ideológico, es profundamente sentido en la entraña de sus habitantes que resienten el centralismo limeño a extremos cada vez más irascibles. Hecha la ley, despertada la expectativa justificada. Sembrados los vientos, se cosecharán tempestades si no se construyen los mecanismos para amainarlas.Hasta como fenómeno cultural es notable apreciar la gran diferencia producida en los propios migrantes provincianos, antes ansiosos por limeñizarse, que hoy reivindican su identidad sin ambages (el tránsito de la chicha al huayno -de Chacalón a Dina Páucar- como expresión musical de los sectores populares es un síntoma sociológico al cual hay que prestar atención).Lo peor de todo es que ni siquiera se establecen los criterios mínimos para manejar las crisis una vez producidas, que ingresan ya al terreno policial más que social, en el cual mal que nos pese la justa reclamación que exista- hay un principio de autoridad y orden público que no se puede permitir que sea soliviantado alegremente.No es broma lo que está sucediendo. Inclusive, a nivel internacional se mira con preocupación la herencia anómica que el gobierno de Toledo le va a dejar a su sucesor, obligándolo seguramente a gobernar con más mano dura de la que sería necesaria si estas protestas se manejaran desde ahora con mayor visión y responsabilidad.En esa perspectiva, no vaya a ser que por evitar el camino de Ecuador o Bolivia terminemos eligiendo el de la Venezuela de Chávez, claramente apartada de los márgenes democráticos normales, señala el director del diario La Primera, Juan Carlos Tafur.