No podemos permanecer ajenos a la realidad ni pretender tapar el sol con un dedo. Cada vez más los efectos de la crisis financiera que se inició en Estados Unidos se sienten en mayor o menor grado en todo el mundo y demandan urgentes medidas de contención. Y, dada la complejidad y gravedad de la situación, estas han sido coordinadas al más alto nivel por los presidentes de los países involucrados, con el objetivo principal de devolver estabilidad al sistema financiero, afrontar la recesión y restaurar la confianza de los ciudadanos y los agentes económicos.En esta delicada coyuntura --que ha puesto en entredicho las mismas bases de la economía liberal, cuya refundación se reclama-- resulta sumamente necesario que el presidente Alan García asuma un real liderazgo frente a los distintos escenarios de una eventual desaceleración y recesión en el mundo. Es decir, que se dirija a los peruanos para delinear una política de Estado unitaria y coherente, que señale cómo y con qué recursos y herramientas haremos frente a la crisis. Así lo han hecho ya los mandatarios de los países desarrollados y, en el ámbito más cercano, la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, que se reunió con los líderes opositores para forjar un frente de unidad ante la crisis; y el presidente de Colombia, Álvaro Uribe, quien ofreció una explicación amplia a sus connacionales y fijó pautas de Estado.La verdad es que el Perú, a pesar de los discursos optimistas de algunos y si bien está en mejor posición que otros países, no puede ser ajeno a esta situación y tiene que adelantarse a tomar medidas para enfrentar lo que pudiera venir. La relativa baja en las exportaciones, que muestran recientes reportes, no puede ser casual y obliga a un severo análisis y reflexión. En un contexto tan urgido de orden y confianza no se puede transmitir mensajes contradictorios, como se han dado en los últimos días, por ejemplo cuando el presidente del Consejo de Ministros, Yehude Simon, y el titular de Economía, Luis Valdivieso, ventilan públicamente sus diferencias sobre temas de inversión, inflación o presupuesto. Más aun, lo evidente es que estamos ante un reto monumental que excede las competencias de un ministro e incluso del jefe del Gabinete Ministerial.De allí la urgencia de sumar en vez de restar, pero bajo un paraguas orientador y sosegador que debe proveer el presidente Alan García, como jefe del Estado. Y no solo para incrementar coherencia y eficacia a su administración, sino también para, a partir de allí, poder convocar a la sociedad civil, las fuerzas políticas opositoras y el empresariado a aunarse a lo que debe ser un frente nacional de contingencia ante la crisis mundial.