Ha quedado muy claro en la última mesa redonda de El Comercio la necesidad de restablecer la confianza para crecer aún entre un 5% y 7% el próximo año, en el peor de los casos, pese a los efectos adversos de la crisis mundial que pudieran alcanzar al Perú.Confianza. Tal fue, sin duda, la palabra más enunciada en este encuentro por representantes de los diferentes gremios empresariales. Y es que, como se concluyó en la cita, la razón de la crisis que enfrenta el Perú no es la turbulencia internacional o las adversas condiciones económicas internas, sino un problema político que llevó al abrupto cambio del Gabinete Del Castillo. Evidentemente, si es un interés compartido por todos preservar el impulso de 87 meses de crecimiento sostenido e ininterrumpido de la economía y del empleo, hay requisitos indispensables por cumplir, entre los cuales destaca la apuesta del empresariado por la inversión, motor que no debe detenerse ante los escándalos políticos que el país espera no se vuelvan a repetir.Durante la administración toledista se llegó a un statu quo que separaba la esfera política de la económica. Incluso, frente a los intentos de algunos personajes que "sotto voce" llegaron al extremo de pedir en el Congreso la vacancia presidencial, el crecimiento económico no se resintió. Sin embargo, ese criterio simplista de divorciar la política de la economía no puede mantenerse en el tiempo, porque tarde o temprano queda en evidencia la fragilidad de un tinglado en el que no se presta la atención debida a la solvencia de una institucionalidad política, pues su debilidad nunca garantiza la confianza en los agentes económicos ni en el ciudadano de a pie.En la mesa redonda fue alentador comprobar que hay un compromiso firme y sin cortapisas por seguir invirtiendo en el Perú. La situación económica exige una mayor inversión, por ejemplo, en la infraestructura pública para remontar el déficit que arrastra el país en puertos, aeropuertos, ferrocarriles y carreteras. Al respecto, cabe destacar la clara voluntad política y el compromiso del presidente del Consejo de Ministros, Yehude Simon, de conciliar posiciones para que el sector privado se desarrolle sin complicaciones y, sobre todo, garantizar que las reglas de juego se respetarán, en un clima de total transparencia. Es tarea del Estado dar señales positivas al empresariado, más aun cuando se prevé un escenario de crisis que, en el 2009, podría afectar principalmente al sector financiero, el comercio y las exportaciones. En contraparte, y como hemos postulado en nuestras "Propuestas para una agenda de gobierno", es indispensable que el empresariado también se comprometa a promover la responsabilidad social como filosofía de sus organizaciones. Esto implica varias cosas: en principio, velar no solo por sus accionistas y clientes, sino también por sus trabajadores, sus familias y la comunidad donde desarrollan sus actividades. Es hora de accionar una nueva velocidad en el motor del desarrollo nacional con una alianza práctica, que no es ideológica sino política, para avanzar con el impulso de un clima de paz que brote de los campos de la política y de los gremios. También es imprescindible el compromiso de la inversión empresarial para que la nación no solo vea cómo crecen los indicadores estadísticos sino que se reparta efectivamente la riqueza. Solo la recuperación de la confianza y el trabajo armónico de todos permitirán que no haya un estancamiento. La crisis no puede encontrarnos desunidos.