Cara y sello de la misma realidad: mientras por un lado funcionarios de la Embajada de Sudáfrica viajan a Huancayo para conocer cómo se ejecuta el Programa de Seguridad Alimentaria Nutricional (Prosan) y ver las posibilidades de imitarlo, por otro lado un informe de la Cepal y el Programa Mundial de Alimentos da cuenta de las enormes pérdidas que causa la desnutrición a la economía del Perú. Estas se calculan en S/.7.882 millones en un solo año (un 3% del PBI), lo que es más que preocupante.En suma, hemos avanzado, pero aún queda mucho por hacer para superar esta brecha que afecta principalmente a los menores de edad en su salud y sus metas de realización personal y familiar. Y si no superamos estos lastres, será imposible dar el salto cualitativo al desarrollo nacional, que reclama más producción y competitividad, pero también más inclusión y respeto de los derechos básicos de las mayorías.Así, la experiencia y los resultados de Prosan son, efectivamente, notables. Y no solo porque involucran a las propias madres de familia, que reciben ayuda tanto para sembrar cultivos que les permitan subsistir, cuanto para construir invernaderos y galpones para animales. Igualmente meritorios son los programas Sembrar, Crecer y Juntos, que complementan las labores agrícolas con la mejora de viviendas y la obligación de enviar al colegio a los niños y chequear su salud.Sin embargo, dada la magnitud del problema, no podemos cruzarnos de brazos ante el relativo éxito de estos programas, que deben seguir siendo apoyados y mejorados. Al respecto, hay que advertir que cualquier modulación presupuestal no puede afectar ni limitar aun más las políticas de apoyo social. En este punto, la ministra de la Mujer, Susana Pinilla, debe hacer cuestión de Estado dentro del Gobierno y ante el MEF.Hay mucho que perder. Según el estudio del PMA y la Cepal, el Perú ocupa el tercer lugar entre 13 países con mayores pérdidas económicas derivadas de la desnutrición infantil. Esto es muy serio, pues un niño desnutrido no solo se enferma más y tiene más posibilidades de morir, sino que también falta a la escuela o la abandona, y si llega a la adultez será una persona limitada y poco competitiva. Un cuadro sombrío y vergonzoso que debemos combatir desde el Gobierno principalmente, pero también desde el sector privado.