La coyuntura política amenaza nuevamente con desbordarse, y por ello tienen que asumir su responsabilidad tanto el Gobierno como la oposición y la clase política. En verdad, siguen caminando por cuerdas tensas y separadas, pensando más en sus propios intereses y en las elecciones del 2006 antes que en el interés nacional.No se trata ya solo de la supuesta falsificación de firmas de País Posible y del testimonio del renuente presidente Toledo ante la comisión respectiva, en lo que ha habido fuertes enfrentamientos de poderes, que solo han amainado ante la forzada y oportuna intervención del presidente del Congreso. A ello hay que sumar la errática conducta del Parlamento al tomar decisiones que afectan seriamente la caja fiscal, como en el tema de las detracciones; la mediocre actuación del Poder Judicial para actuar más expeditivamente en la lucha anticorrupción y evitar excarcelaciones por falta de sentencias a tiempo; así como la mediocre actuación de la Procuraduría Anticorrupción, que sigue sin encontrar su camino tras la salida de Luis Vargas Valdivia.En medio de todo ello, el titular del MEF amenaza con renunciar si el Ejecutivo no observa la ley congresal sobre las detracciones que reduce los ingresos del fisco, lo que a su vez pone en riesgo los aumentos salariales para los burócratas. Y, por su parte, la congresista Anel Townsend condiciona su continuidad en Perú Posible a la salida del jefe del Gabinete, lo que es interpretado por algunos como un signo de desbande de cara a los próximos comicios.A propósito, hay que recordar dos cosas: la criticable miopía del Ejecutivo, que en la reciente renovación ministerial dio preferencia a la cantera chacanista antes que a criterios técnicos para buscar independientes; y algunas señales de distanciamiento entre los socios oficialistas, PP y el FIM, patentes en las tensiones entre Olivera y Ferrero así como en las declaraciones de algunos ex blindadores fimistas del Gobierno.Entre tanto, en el Congreso, al escándalo irresuelto del acusado de violación Torres Ccalla se suman otros como el de aquel que hizo pasar a su nieto como hijo para aprovechar indebidamente las gollerías congresales, amén de otros casos de parlamentarios acusados de nepotismo o abuso de la función pública. ¿Hasta cuándo podremos aguantar tanta inestabilidad? ¿Es que acaso no hemos aprendido la lección? Ya los empresarios, a través de la SNI y del nuevo presidente de la Confiep, José Miguel Morales, han lanzado la alerta: si hasta ahora la economía ha avanzado a pesar del creciente ruido político, tal situación se está volviendo insostenible y amenaza gravemente la estabilidad económica y social. Urge un cambio, más exigible cuando el Perú negocia arduamente el TLC con Estados Unidos.Tal preocupación oportuna y no exclusiva de los gremios empresariales, tiene que ser afrontada ya por el Gobierno y la clase política. Los logros de los últimos años, sobre todo en el plano macroeconómico, no pueden ser echados por la borda por la irresponsabilidad y la criollada de unos pocos. La clase política debe reaccionar. El Ejecutivo tiene que retomar el rumbo, recomponer el Gabinete y devolver prestancia a la figura presidencial, que debe rendir cuentas a la nación sin caer en el juego manipulador de algunos grupos. A la oposición le corresponde, dentro y fuera del Congreso, asumir su responsabilidad para rubricar una agenda de consenso que asegure estabilidad a mediano plazo y para depurar sus cuadros, hoy tan desprestigiados.Es legítimo que los partidos y movimientos políticos miren con ambición las próximas elecciones. Lo que no pueden hacer es echar mano de recursos vedados los cabes y zancadillas de siempre para ganar réditos. El riesgo mayor, y en esto debemos ser reiterativos, no es solo que sean castigados en las urnas sino de que se elija a un 'outsider' o advenedizo, que terminaría por llevar al país al despeñadero. ¿Es eso lo que quieren? (Edición domingo).