COMPETITIVIDAD: NO CRUZARNOS DE BRAZOS
14 de septiembre de 2008

Una noticia preocupante, que debe merecer la inmediata atención del Gobierno y los agentes económicos: el último reporte de Doing Business del IFC (brazo del Banco Mundial) señala que el Perú cayó en el ránking de competitividad, del puesto 53 al 62 entre un total de 181 países. Se trata de una estricta evaluación sobre clima de negocios, basada en diez indicadores vinculados, entre otras cosas, con la política macroeconómica, la calidad de la infraestructura, la volatilidad de la moneda, la percepción del inversor e incluso con los índices de criminalidad y la eficacia de la administración de justicia.Esto implica, en lo que nos corresponde, que por lo menos en el año analizado (2006-2007), el Perú no emprendió ninguna reforma significativa, alentado probablemente por su buen desempeño económico. Es decir, irresponsablemente nos quedamos de brazos cruzados, creyendo que el crecimiento vendría y seguiría de manera automática.Tal inacción nos pasa ahora la factura a través de un retroceso en competitividad, lo cual es notorio en el entorno latinoamericano, donde otras naciones sí avanzaron, como es el caso de República Dominicana y Colombia, ubicadas entre los diez países con más reformas a favor de los negocios.No hay tiempo que perder. La lista de tareas por emprender es larga, pero bien podría empezarse por mejorar la información del sistema financiero y el proceso de obtención de créditos y dar celeridad y mayor transparencia a los contratos pendientes en la vía judicial. También es urgente simplificar los trámites de apertura y cierre de negocios (en lo que tienen responsabilidad las municipalidades), así como facilitar y desburocratizar el pago de impuestos, la contratación de bienes y servicios, y la obtención de permisos, de modo que empresas grandes, medianas y pequeñas puedan competir en igualdad de condiciones en el mercado nacional e internacional. Y ni qué decir del déficit en infraestructura, donde hay muchísimo por hacer.El Gobierno, en todas sus instancias, los empresarios y los trabajadores deben entender que, sobre todo en economías como la nuestra, la competitividad es indispensable para mantener un crecimiento sostenido y dar el salto cualitativo al desarrollo. Esto implica no solo aumentar las exportaciones, hacer empresa y generar más riqueza en los exigentes mercados mundiales, sino también poner los medios para que este crecimiento se redistribuya y mejore el poder adquisitivo de la población, el acceso al empleo y su calidad de vida.

  • [El Comercio,Pág. A 4]
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