"Denunciarlos sería como ponerme la soga al cuello porque mi hijo es mecánico y trabaja acondicionando los vehículos que llevan el combustible". Eso fue lo que respondió un poblador de Cancas, en el sur de Tumbes, cuando se le consultó sobre el contrabando de gasolina, petróleo y gas ecuatoriano.Hace dos años, El Comercio denunció que el contrabando se realizaba a vista y paciencia de las autoridades y desde entonces poco ha cambiado. Recién en marzo pasado se creó una Fiscalía Provincial Especializada en Delitos Aduaneros y Contrabando que con apoyo de la policía y aduanas ha ganado algunas batallas, pero la victoria aún se ve lejana, sobre todo si se tiene a la población en contra.No se exagera cuando se dice que todo el departamento fronterizo cree beneficiarse con este negocio ilegal. En la pirámide del pecado están los ocho clanes familiares que transportan y comercializan el combustible."Aquí todos usamos el gas ecuatoriano. Ese balón trae 15 kilos (de GLP) y nos cuesta igual y a veces menos que el balón peruano de 10 kilos ", señala el mismo poblador, de unos 65 años, que antes nos contó de su hijo mecánico.Hilario Valladares, administrador del grifo Alborada, dice que el 80% del combustible que se consume en Tumbes es comprado en las calles. De 12 grifos que había en el departamento a fines de la década pasada, hoy solo quedan 7, y si antes las estaciones vendían unos 40.000 galones de diésel por mes, hoy solo llegan a los 5.000.(Edición domingo).