Este tema de la falsificación de firmas y las desafortunadas reacciones de Toledo al respecto -la "entrevista" televisiva fue de vergüenza ajena- me recuerdan en cierta medida al caso Watergate, con grabaciones incluidas. Al igual que Toledo, el presidente estadounidense Richard Nixon se comportó muy torpemente con el Congreso durante la investigación, llegando al extremo de despedir al fiscal especial Archibald Cox en la famosa "masacre del sábado por la noche" en octubre de 1973, lo que motivó la renuncia del fiscal general (equivalente al ministro de Justicia), medida que, junto a su terca negativa a entregar las cintas, aceleró un proceso que terminó con su renuncia. Si Nixon desde el comienzo hubiera sido menos confrontacional con el Congreso y más transparente, tal vez hubiera salvado el cuello o por lo menos aguantado hasta el final de su segundo mandato. Lo mismo sucede en gran medida con Toledo, que no entiendo por qué no ha accedido a recibir a la comisión investigadora, conversar civilizadamente con ésta y acceder a ser grabado. Su negativa a esto y su increíble presentación televisiva -evidentemente amañada- lo único que han provocado es entramparlo más y conseguir que ahora casi todo el mundo piense que se está corriendo porque es culpable. El mismo Toledo ha resultado siendo su peor enemigo.Y esto es muy malo para el país, porque esta crisis puede eventualmente agravarse y la clase política -a regañadientes, porque muy pocos quieren dar ese paso- podría terminar declarando la vacancia e instalar a Flores Aráoz en la Presidencia hasta las elecciones del 2006. Un paso de esa naturaleza acarrearía mucha inestabilidad y nuestro país podría acabar practicando el peculiar deporte ecuatoriano de estar cambiando presidentes a cada rato. Hasta ahora somos los que mejor estamos en la región andina, y lo último que debemos hacer es parecernos a Ecuador y Bolivia. Estamos cerquísima de obtener el ansiado "grado de inversión", la economía está creciendo a velocidad de crucero y los candidatos presidenciales están, hasta ahora, luciendo razonables.Toledo aún está a tiempo de cambiar de estrategia. En lugar de decir infantilmente que "está harto", debe recibir cuanto antes a la comisión en lugar de atrincherarse en Palacio. Que declare y deje que las cosas sigan investigándose, que eso toma tiempo y ya faltan pocos meses para que acabe su período. Con esta actitud, lo único que puede provocar es una abrupta salida. Y eso no le va a hacer ningún bien al Perú, que ya se está hartando definitivamente de Toledo, señala Aldo Mariátegui, director del diario Correo..