Es positivo que en los últimos días se haya reavivado el debate sobre el nivel de responsabilidad que tienen que asumir los gobiernos regionales y locales, cuya vigencia y necesidad son indiscutibles. Sin embargo, al mismo tiempo se han puesto en evidencia las fallas y vacíos del sistema, sean de tipo político, operativo, social o estructural, que deben analizarse y resolverse con urgencia.Así, en el mensaje presidencial del 28 de julio, el doctor Alan García destacó la mejor coordinación entre el Gobierno Central y los gobiernos regionales, como producto de lo cual se han hecho muchas obras públicas que el primer mandatario enumeró. Luego, el jefe del Gabinete, Jorge del Castillo, y el titular del MEF, Luis Valdivieso, se reunieron con la mayoría de presidentes regionales, con lo que se logró retomar un clima de entendimiento.Efectivamente, a pesar de la inasistencia de los díscolos representantes de Puno y Áncash, César Álvarez y Hernán Fuentes, que parecen tener una agenda personalista y desestabilizadora, se acordó no recortar el presupuesto a las regiones e involucrar más a Pro Inversión para elaborar proyectos rentables y necesarios. Y, previamente, se anunció que se dará mayor dinamismo al Fondo de Promoción a la Inversión Pública Regional y Local (Foniprel) para financiar inversiones en aquellas localidades que reciben poco o nada por concepto de canon.Todo esto es definitivamente alentador. No obstante, es evidente que queda mucho por hacer para consolidar el proceso regionalizador, sin perder de vista que el objetivo principal es descentralizar el país, terminar con el centralismo y crear focos de desarrollo autónomo en el interior, de modo que se mejore la calidad de vida de los ciudadanos de todo el territorio.Para ello tiene que terminarse con las absurdas rivalidades entre regiones, atizadas por caudillos localistas a los que les interesa mantener el statu quo actual de divisionismo y confrontación por recursos que finalmente son de todos los peruanos. El conflicto en Moquegua es solo una muestra de ello, pero también de la carencia de reflejos del Gobierno para adelantarse a resolver, a través de diálogo o la revisión del marco legal, cualquier germen de conflicto antes de que estalle.(Edición domingo).