EL SABOTEADOR
14 de marzo de 2005

Vayan estas primeras líneas, como corresponde a cualquier buen invitado, para agradecer a EPENSA por la gentileza de convocarme a colaborar desde esta columna semanal en la renovada etapa de Correo. De más está decir que tengo la plena certeza del éxito periodístico que va a significar este nuevo período.El saboteador proviene de la izquierda; y es de los que mantiene culpas no redimidas de lo que a su juicio es la tarea nunca emprendida del socialismo en el Perú. Pese a que a fines de los 80, cuando tuvo en sus manos apoyar la llegada de la izquierda al gobierno, saboteó esa posibilidad, petardeando a Alfonso Barrantes, calificándolo de "reformista" y "derechista" por querer hacer un acuerdo nacional, en el que participarían el empresariado y hasta los propios militares.El saboteador pretende dejar en el imaginario popular la idea de que la llamada "gran empresa" expolia a los peruanos porque es altamente productiva y rentable, pero que paga mucho menos de lo que debería pagar en impuestos.Pero lo que nunca dice es que esas empresas constituyen el grueso del aporte al Fisco en materia de Impuesto a la Renta, por ejemplo, y que al menos en el caso del sector minero esa mayor productividad genera más renta, y por tanto un récord de transferencias y recursos por concepto de canon para municipios y localidades muy pero muy pobres.No, su afiebrada mente redistributiva de la pobreza le impide entender en pleno siglo 21 que sólo la creación y acumulación de riqueza permite reducir las inequidades sociales, generando más y mejor empleo.El saboteador pretende que pensemos que la Sunat es justa, independiente y autónoma sólo cuando acota y multa a los privados. Pero cuando éstos ganan los juicios en base a la aplicación de la ley, hay algo turbio y torcido de por medio. Entonces viaja a Huaraz a azuzar a la gente para que bloquee carreteras y a intentar chantajear a Barrick y a Antamina.En el camino, utiliza de monigote al alcalde de Huaraz, quien le miente a su pueblo y al país diciendo que como la empresa dejó de pagar 140 millones de dólares, ahora tendrá que pagar el doble a la región, como si esa plata fuera solamente de Ancash y no de todos los peruanos.El saboteador quiere también que usted lector, que tiene, por ejemplo, 5 acciones en una empresa, ostente el mismo derecho en el control y decisión en la compañía que aquel que ha invertido todo su patrimonio en la misma, para obtener el control sobre ella. Cuando lo sano y lo económicamente correcto sería que se promueva la concertación de intereses de los accionistas de inversión (los pequeños, como usted y como yo) para fortalecer patrimonialmente a las empresas, exigir mayor productividad y sanas políticas de buen gobierno corporativo.¿No será que el saboteador en el fondo detesta el éxito empresarial después de su total fracaso administrando un hotelito en Puno? ¿No será que las actitudes políticas del saboteador reposan en acumular la odiosidad y el resentimiento entre los peruanos, antes que en la comunidad de propósitos, y por eso no pasa de tener un 1% en intención de voto?Lo mejor que le podría pasar al Perú es que ese 1 se convierta en cero, señala Mario Saldaña, en su columna "Lunes de licencia".