Las desnudas y tostadas manos del joven empiezan a ahorcar esa tela impermeable en una tina llena de agua. Dentro está el oro amalgamado con mercurio. Mientras más aprieta, más sólida se vuelve esa mezcla aurífera. Quince minutos después, abre la tela. Lo que hay dentro es una pepita plateada de unos 90 gramos. -¿Ese es el oro? -Todavía no, antes tiene que llevarse al horno para quemarlo y desaparecer el mercurio. Lo que quede ahí sí será oro. ¿Cuánto? Solo la tercera parte.El minero de unos 20 años ha permanecido en los cerros de la comunidad campesina de Jicamarca (en el límite de Canta, Lima y Huarochirí) durante 25 días, ha excavado por más de 20 horas diarias y ha sacado apenas 15 sacos de piedra aurífera. Las ha molido y procesado y solo le han quedado 50 gramos. Cada gramo de ese oro informal está cotizado entre S/.30 y S/.32 soles (precio exiguo si se compara con los US$400 que pagan por una onza en el mercado formal). Lo que obtendrá será unos S/.1.500. A este monto deberá restar lo que cuesta el traslado del material, la alimentación, la mano de obra, el mercurio, entre otras cosas. Es la primera vez que un hijo de Canta abandona la agricultura por la minería. Es la primera vez que los pobladores de Yangas, en el corazón de Santa Rosa de Quives (Canta), observan anonadados cómo, al costado de sus casas, uno de los suyos obtiene oro. Fuera de los descuentos al muchacho le quedarán nada más que S/.500 o S/.600, pero no le importa, es más de lo que perciben cultivando la tierra.(Edición domingo).