Según la última encuesta de El Comercio, elaborada por Ipsos Apoyo S.A., 91% de los peruanos está orgulloso de serlo y no está dispuesto a cambiar de nacionalidad. Sin embargo, en nuestra vida diaria, un gran sector de compatriotas continúa migrando al extranjero y otro se muestra desconfiado respecto del porvenir.¿Qué está pasando? De un lado, subsiste una aparente esquizofrenia que probablemente debe llevarnos al diván de la reflexión autocrítica para conseguir varias cosas: entendernos mejor, autorrealizarnos plenamente como personas y, por esta vía, contribuir a que el país dé ese salto cualitativo que necesita.De otro lado, si bien la nación atraviesa un período de transformación y de cambio, tampoco se puede desconocer que existen asuntos que no están contribuyendo a que la población reconozca y valore lo positivo del camino recorrido. Hay, pues, una historia de frustraciones, de irresponsabilidad política, de discriminación, inequidad, de confrontaciones y soberbias, impunidad, falta de transparencia y, sobre todo, de pobreza crítica, demandas laborales pendientes y de exclusión social que tenemos que superar.¿Qué podemos hacer? Respecto de lo primero, consolidar nuestra autoestima y sentirnos orgullosos de aquello que nos une y trabajar para mejorar aquello que nos desune y retrasa como colectividad. Ese el objetivo principal de nuestro especial Semana de Bandera que, por cuarto consecutivo, estamos publicando en estos días. Después de todo, nuestra riqueza arqueológica es casi inagotable. Cómo no estar orgullosos de Machu Picchu, elegida como una de las siete maravillas del mundo moderno. Qué decir de nuestro pisco, que recupera terreno legítimo en el mundo por su calidad y exquisitez; de la gastronomía que se ha instalado entre las mejores del mundo; de los peruanos ilustres que prestigian las letras y el arte. Y no olvidemos las historias de éxito de empresas tradicionales y las del nuevo emprendedurismo.La segunda tarea implica remontar fracasos, desde el déficit clamoroso en la gestión pública hasta dejar atrás los lastres de una educación, salud y justicia de poca calidad o inalcanzables, sin las cuales no se puede garantizar un bienestar sostenido. Pero hay otros fracasos, como el del fútbol y sus mafias dirigenciales que lo han relegado a la categoría de moribundo, en desmedro de disciplinas eficientes que se alistan a representar al país en las Olimpiadas de Berlín. Historias maravillosas de peruanos corajudos, héroes anónimos que a punta de esfuerzo y perseverancia honran el nombre del Perú.(Edición lunes)