En momentos en que, desde diversos frentes, se anuncian y desarrollan variadas y a veces violentas expresiones de protesta pública, el Gobierno tiene que redoblar esfuerzos para mantener el orden, pero también la estabilidad política y social.Ello exige una posición clara, firme y coherente, que es lo que precisamente no se está dando en la más alta instancia del Poder Ejecutivo. Así, anteayer el presidente de la República, doctor Alan García, usó duros adjetivos para referirse a los organizadores del reciente paro, a los que calificó de conspiradores. Sin embargo, ello contrasta con su discurso conciliador de la víspera, cuando dijo que entendía el fondo de las demandas y las expectativas, por lo que reconocía el derecho a protestar.Este abrupto cambio de opinión hace flaco favor al sistema democrático, en el que la palabra presidencial tiene un peso gravitante, pues representa a la nación y encarna el poder de la mayoría ciudadana en la administración del Estado. Esto es primordial en coyunturas críticas, como la actual, en las que una palabra más o un adjetivo menos pueden implicar el retorno de la calma o lo contrario.Como bien ha dicho antes el propio presidente, hay que saber diferenciar la paja del trigo. Es decir, no generalizar, deslindar responsabilidades individuales y gobernar para todos, tratando de tender puentes y de promover el debate político y alturado con quienes estén dispuestos a hacerlo. Es decir: haciendo Estado desde la jefatura del Estado. Y, si hay vándalos, pues lo que corresponde es denunciarlos ante las instancias fiscales y judiciales para que sean severamente sancionados.(Edición sábado).