Parece lejano el tiempo, cuando el debate público estaba circunscrito a cómo revertir las reservas internacionales netas negativas. Ahora la discusión se está centrando en el fuerte dinamismo del crecimiento económico, que ha llegado a 13.25% en el pasado mes de abril y que es el mayor desde mayo de 1995.Este crecimiento reflejado de manera consistente en los últimos ochenta y dos meses, ya llega a preocupar por los efectos inflacionarios que podría acarrear, sobre todo si tomamos en cuenta, que la demanda interna crece a 10.8% (primer trimestre). Ahora, la preocupación parece ser si vale la pena seguir estimulando el crecimiento de la demanda interna o desacelerar la economía. Y es que si bien la inflación anualizada se mantenía en mayo alrededor de 5.5%, la inflación subyacente pasó de un ritmo anualizado de 3.9% en abril a 4.3% en mayo, reflejando el impacto de los precios récord de commodities clave, como trigo, soya, maíz y petróleo. Ante la persistencia de la inflación, el Banco Central de Reserva ha determinado que aumentará nuevamente su tasa de interés de referencia a 5.75%, a regir a partir de julio. Sin embargo, pareciera que detrás de la resistencia a la baja de la inflación interna, no solo está la inflación importada sino el fuerte incremento de la demanda interna. Ambos factores actuando juntos pueden representar un riesgo muy serio para controlar la inflación, y las presiones de demanda podrían profundizarse por el crecimiento del gasto público.Bajo estas circunstancias, es pertinente tener en cuenta que el crecimiento económico necesita ser sostenible en el tiempo y, un exceso de demanda interna, exacerbado por el gasto público, puede hacerlo insostenible. De allí que lo más conveniente sería que el gasto público y privado se dirija a incrementar la actividad productiva del país, a fin de evitar un recalentamiento de la economía. Además, hay que saber guardar pan para mayo.