De alguna manera había que salvar eso que los policías y militares llaman "la moral". Después de brindar una improvisada conferencia de prensa --aunque sus captores se lo habían prohibido-- dentro del salón de la parroquia Santa Catalina, donde permanecían retenidos desde hacía 24 horas. El general Alberto Jordán, jefe de la Undécima Dirección Territorial Policial, se paró frente a sus 47 subalternos (ya 12 habían sido liberados horas antes) y los felicitó por el valor mostrado durante aquel funesto día.En otras palabras, reconoció en sus hombres el suficiente valor como para cumplir una misión mal concebida y para recibir piedras, palos, golpes y humillaciones como resultado de esta. Luego les pidió que salieran a la calle con la frente en alto. La pesadilla para ellos había terminado.El general Jordán declaró a un grupo de periodistas: "Nos querían colgar y ellos me dijeron: "si pide disculpas al pueblo, no llevamos a los policías y lo llevamos a usted"; yo opté por eso", comentó.Jordán dice que los manifestantes portaban sogas y que tomó aquella decisión para no poner en riesgo la vida de sus subalternos.