Lo sucedido estos días en el Congreso es un baldón para la institucionalidad democrática y el desarrollo del país, cuyos responsables tienen que ser señalados y denunciados ante la ciudadanía, comenzando por el humalismo y por la facción aprista liderada por Luis Negreiros.¿Cómo es posible que en pocas horas se eche irresponsablemente por la borda lo arduamente avanzado en tantos meses, sobre todo en importantes leyes y reformas constitucionales necesarias para asegurar la estabilidad política del país? ¿Justo cuando los indicadores macroeconómicos y de empleo mejoran y los observadores internacionales nos califican de modo sobresaliente, nos disparamos a los pies para retroceder en lugar de avanzar?Más que vocación política suicida, se ha puesto en evidencia no solo la honda crisis de los partidos y la mediocre calidad de los legisladores, sino también el desprecio que muchos de ellos profesan por la institución congresal y por los ciudadanos que los eligieron.Y el principal responsable de esta debacle es el partido oficialista, cuya pregonada disciplina partidaria se ha visto resquebrajada públicamente por las ambiciones de varios de sus miembros por presidir la mesa directiva, como Javier Velásquez y Luis Negreiros. Así, ambos se han prestado a componendas de última hora con quien sea y como sea, incluso resucitando la absurda y ya desechada iniciativa de retornar a la Constitución de 1979, como propuso el también aprista José Carrasco Távara, lo que no puede ser casual.