Esta vez, la muerte de Pedro Antonio Marín o "Manuel Marulanda" o "Tirofijo" no es una ficción más. Luego de que las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) confirmaran ayer su deceso, la esperanza de la pacificación ha vuelto a rondar las mentes y los corazones de los colombianos y latinoamericanos en pleno.Como fundador de las FARC, "Marulanda" fue siempre el interlocutor fallido y engañoso de un proceso de paz que, cuantas veces pudo cristalizarse, fue boicoteado por quienes, con una mano, juraban terminar con la violencia, y con la otra, secuestraban, asesinaban, sembraban el terror. Sin la cabeza visible de "Tirofijo", hay que preguntarse si las FARC depondrán las armas y aceptarán los beneficios que le ofrece el Estado Colombiano a los que entreguen a las 700 personas que se mantienen en cautiverio.Pesará sobre esa decisión que el movimiento se halla en el peor momento de su delictiva trayectoria. Así como hace poco aquí se anunció la muerte de un importante cabecilla de Sendero Luminoso, allá no solo dos importantes miembros del llamado secretariado --"Raúl Reyes" e "Iván Ríos"-- han muerto en enfrentamientos con el ejército colombiano, sino que miles de integrantes se han rendido, como Elda Neyis Mosquera "Karina". Qué decir del rechazo que hoy generan las FARC en el entorno internacional, tras el caso de Ingrid Betancourt y la denunciada vinculación de ese grupo con gobiernos de la región. Álvaro Uribe tiene el reto de conducir estratégicamente la desarticulación de las FARC. Estos terroristas aún ocupan gran parte del territorio, mantienen secuestrados y responden ahora a una dirigencia tan criminal como la anterior, presidida por Guillermo León o "Alfonso Cano".