Otra vez debemos ocuparnos de la mafia que trafica con el petróleo de los camiones repartidores apenas estos abandonan las plantas de distribución de combustibles. Esta vez el delito se ha comprobado en Ventanilla donde, además, nuestros reporteros pudieron captar escenas escandalosas de la lenidad y complicidad vergonzosa de una policía miope y corrupta. Si necesitaban pruebas allí las tienen, en la primera página de El Comercio de ayer. La informalidad de los combustibles sigue haciendo de las suyas en diversos distritos de Lima: no paga impuestos ni tributos y afecta arteramente los derechos del consumidor. Es urgente, pues, intensificar el control, empezando por fiscalizar y sancionar a esos grifos que se burlan de la fiscalización y permiten que litros de petróleo, multiplicados aquí y allá, se queden en el camino para venderlos de manera insegura e ilegal. En cuanto a la PNP, más vale que sancione a esos malos efectivos que utilizan la autoridad de sus uniformes para hacer nada, es decir, para coludirse con la informalidad por unos cuantos soles. ¡Qué vergüenza!