Considerados en un inicio como la alternativa ante el encarecimiento y la escasez del petróleo, los biocombustibles han pasado a ser los culpables de males como la reducción de la oferta de alimentos y, por ende, los causantes del incremento de los precios de commodities como el trigo. Este nuevo discurso ya está siendo adoptado por gobernantes de países pobres, incluso de aquellos que aplican políticas económicas disímiles como Alan García, en Perú, y Evo Morales, en Bolivia.Pero la fuente del encarecimiento de los alimentos, que ya se ha convertido en una constante y está afectando las proyecciones de inflación en todo el mundo, tal vez se encuentre en el fortalecimiento de las economías emergentes, lideradas por China e India. Sucede que en estos países existe un creciente número de personas que gracias a sus mayores ingresos están adoptando el patrón de consumo de alimentos de Occidente, incrementando su demanda por carne y, en consecuencia, por granos. Si a esto se suman factores exógenos como la reducción de la producción por efecto de malas cosechas como, por ejemplo, en Australia, segundo exportador mundial de trigo y que sufre una severa sequía desde hace seis años, entonces es fácil entender que los alimentos cuesten más. Los afectados, a diferencia de la crisis hipotecaria estadounidense, no son las personas que están en capacidad de endeudarse para adquirir una vivienda en los países desarrollados, sino los pobres de los países en vías de desarrollo.
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