Es una lástima que nuevamente el Gobierno pierda la oportunidad de dar ese cambio de timón que necesita su conducción en la jefatura del Gabinete, fundamentalmente, para procurar abrir los cruciales espacios políticos y sociales hacia las elecciones del 2006.Más bien, en lo que representa el último año de su accidentada gestión, el Ejecutivo ha preferido realizar un recambio parcial de ministros que, en síntesis, desoye las voces de quienes propusimos la constitución de un nuevo gabinete, sí, pero renovado desde la cabeza, producto del consenso y aceptado por la mayoría del país.La propuesta no pretendía doblar el brazo del Gobierno, demostrar autosuficiencia ni que el presidente Toledo simplemente hiciera "lo que los periódicos dicen", como señaló ayer el presidente del Consejo de Ministros, Carlos Ferrero, en conferencia de prensa.En lo medular, lo que se busca es que el Ejecutivo recobre parte de la credibilidad que ha perdido y que lo ha llevado a una situación crítica, que podría poner en riesgo la gobernabilidad, para provecho de ciertos sectores extremistas que alientan la confrontación y la inestabilidad, como el país lo ha podido constatar más de una vez. Más allá de la calidad profesional de los nuevos ministros, es claro que el reciente maquillaje operado en el Gabinete no soluciona el problema de fondo: la falta de un gabinete de transición, integrado principalmente por independientes y con un presidente del Consejo de Ministros sólido, que no solo aquiete las aguas, sino que en el día a día tome las riendas del país.Lamentablemente, el primer ministro Ferrero también ha perdido la oportunidad de liderar esa responsabilidad, al no haber asumido precisamente ese día a día del quehacer gubernamental. Ello hubiera permitido que el presidente pudiera desarrollar tareas mayores, necesarias y de extrema importancia en estos días, como la consolidación de espacios de consenso, diálogo y concertación multisectorial y multipartidaria para abordar los problemas nacionales y enfrentar las amenazas que hoy afrontamos, como las de los cocaleros, por ejemplo. Pero no todo está perdido. El Gobierno aún tiene en sus manos la posibilidad de dar un giro de 180 grados a su gestión y contribuir a adecentar la política en general. Después de todo, como revela una encuesta de Apoyo, hablar de política es hablar de corrupción, mentira, robo y negociados.