UN CONFLICTO QUE DEBEMOS DISIPAR, NO ATIZAR
5 de marzo de 2008

Luego de la estridente intervención del presidente venezolano Hugo Chávez, que irresponsablemente pretendía atizar aun más el conflicto colombo-ecuatoriano, debemos saludar que la sesión extraordinaria de la Organización de Estados Americanos (OEA) haya contribuido a empezar a calmar las aguas y abrir las puertas al diálogo y la cordura. El pedido de disculpas por parte de Colombia y la solicitud ecuatoriana de una próxima reunión de cancilleres son gestos que cuentan, en medio de una severa crisis que en pocas horas, y bajo el irresponsable influjo de Chávez, llevó al abrupto retiro de embajadores, la ruptura diplomática y el cierre de fronteras. Lo mismo puede decirse de la gira regional que inició en Lima el presidente ecuatoriano Rafael Correa quien, más allá de las sospechas de actuar bajo la influencia de Chávez, trasunta ahora la intención de explicar y quizá evitar el escalamiento del conflicto. Y es que hay mucho que perder y nada que ganar. El fantasma de la guerra es simplemente catastrófico y deleznable para la región y sobre todo para dos naciones hermanas, que verían cercenadas sus posibilidades de desarrollo y cooperación, con gravísimas secuelas posteriores, debido a un incidente que debe, indiscutiblemente, resolverse por la vía del diálogo. Como bien lo ha dicho el secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, hay que buscar "una solución pacífica a esta crisis, para así abordar los problemas de fondo que la han provocado"; y sin olvidar que "subsiste la crisis humanitaria generada por el secuestro prolongado de personas a manos de las FARC".