¿EL FIN DE LA DEMAGOGIA POLÍTICA?
21 de febrero de 2005

A hora que algunas agrupaciones políticas han puesto a calentar los motores de sus respectivas maquinarias electorales, con miras a las elecciones del 2006, también deberían comprometerse a renunciar a ciertas prácticas que les restan credibilidad, como la presentación de planes de gobierno populistas.Ejemplos de estas propuestas, sin duda atractivas en época electoral, hay muchos a lo largo de nuestra convulsa historia republicana. Baste citar dos casos recientes: la continuidad de subsidios que Fujimori anunció durante la campaña del 90, aunque luego tuvo que aplicar un devastador shock; y las ofertas de trabajo de Toledo, que no se han cumplido.Esto no puede continuar y exige un cambio en las reglas de juego a ambos lados de la moneda. De un lado, es claro que el electorado ha carecido de madurez política y debe asumir su responsabilidad en la elección de candidatos no adecuados. La falta de cultura política y de civismo, sumada a la carencia de buenas alternativas electorales, nos han conducido a votar de manera irreflexiva.De otro lado y frente a esto, las agrupaciones políticas prácticamente han engañado al electorado ofreciéndoles de todo, en lugar de presentar sus planes de gobierno para someterlos al debate y escrutinio públicos. Así nos evitaríamos sorpresas, justificaciones, amargas facturas a la caja fiscal y presidentes que empiezan a gobernar sin una propuesta viable.De allí lo coherente y oportuno de la propuesta del JNE, la Comisión Andina de Juristas y la Asociación Civil Transparencia a fin de que el Congreso apruebe una ley para que los partidos publiquen sus programas, de manera que la ciudadanía opte por la mejor. Antecedentes hay. Allí están las normas que exigen a alcaldes y presidentes regionales exponer sus propuestas programáticas.No podemos seguir alentando los caudillismos ni votos basados en la propaganda política. La demagogia ya ha causado enormes perjuicios a nuestro país e incluso a las propias agrupaciones política, actualmente en debacle y caída libre precisamente porque no han actualizado sus idearios para ponerlos al servicio de los ciudadanos.