El Perú debe estar alerta para rechazar la protesta desbocada y violentista de algunos grupos radicales que convocan paros y aprovechan cualquier oportunidad para encender la pradera, sin importarles las consecuencias. ¿Y quién responderá ahora por los cuatro muertos, las decenas de heridos, entre policías y manifestantes, así como por los millones de dólares en pérdidas, a lo que habría que agregar los gravísimos daños al turismo y a la imagen internacional del Perú?Hay lugar para el debate y la reflexión sobre el origen y la protesta, sobre todo en un país cuya economía crece a un ritmo histórico del 8% o 9% anual, pero donde aún queda mucho por hacer para acelerar y profundizar la redistribución y la inclusión social. Eso es lo hay que seguir exigiendo al Gobierno, mediante los canales apropiados y oportunos de representación y diálogo político y dentro de la mecánica del sistema democrático.Sin embargo, lo que hemos visto en los últimos días es preocupante, pues parece ir más allá y responder a una consigna política claramente desestabilizadora, caótica y destructiva, detrás de la cual estarían dirigencias comunistas y hasta senderistas, sin descartar la injerencia externa.(Edición domingo).