El encuentro en Palacio de Gobierno del escritor Mario Vargas Llosa con el presidente Alan García contiene útiles lecciones políticas. En principio, escenifica la decencia entre quienes 21 años atrás fueron aparentemente irreconciliables rivales. Es la mejor respuesta para todos aquellos que, aún reacios al cambio y al reconocimiento del éxito del otro y de lo que conviene al país, prefieren vivir envenenados por el canibalismo político y el reduccionismo ideológico.Pero, además, el consagrado novelista, como ideal cumplido, ve ahora plasmado y arraigado su predicamento libertario. Y el mayor premio es que su otrora contrincante, ahora en su segundo mandato abrace con pasión la misma causa. Otra muestra de madurez es que el nuevo gobierno continúe con lo bueno del anterior y busque corregir lo negativo, pero siempre bajo los paradigmas de la democracia y del libre mercado, donde el absurdo estatismo, populismo e intervencionismo están relegados.Ambas figuras, una de talante universal y otra de liderazgo nacional, confluyen ahora en sus ideas y su visión de país, por lo que no hay un ganador o perdedor sino una demostración clara de que hay espacios de madurez y civilización en política. (Edición sábado).