LAS DOS CARAS DE LA LUNA EN LA MINERÍA
11 de enero de 2008

Una de las cosas que tienen que aprender las ONG ambientalistas es que más que la sana búsqueda de impacto público a sus tareas de fiscalización, importa la credibilidad que finalmente obtengan de su trabajo y sus campañas.Para comenzar, los controles en la minería grande y mediana difieren hoy sustancialmente de los casi inexistentes en la pequeña, sobre todo la informal, lo que la convierte en fuente de riqueza de muchos y en tierra de nadie ante la ley. No es que la primera, por su volumen, necesariamente contamine más y por consiguiente tenga que estar sujeta a sospecha permanente y a mayores estándares de protección ambiental en su desarrollo. La otra, multiplicada por diez, cien o mil, igual debe y tiene que despertar similar preocupación y ser objeto del mismo tipo de ajustes regulatorios en sus actividades.Ocurre que así como hay dos caras de la luna en el cuidado del medio ambiente en la minería grande y mediana, la misma dualidad se repite en la pequeña, según cómo, desde un lado, se descubren esfuerzos por una producción limpia con escasos reconocimientos, y cómo también, desde otro lado, emergen focos contaminantes en medio de una generalizada vista gorda oficial y privada.La minera Barrick, por ejemplo, ha obtenido la certificación internacional del Código de Cianuro, luego de someterse, por iniciativa propia, a una rigurosa auditoría de la Golder Associates, bajo auspicio de las Naciones Unidas. En efecto, esta empresa verificó el manejo seguro del cianuro producido, transportado y utilizado en la extracción del oro de sus yacimientos.Si esta es la cara iluminada de la luna, la oscura es la permanente campaña que enfrenta esta minera en Áncash por organizaciones ambientales y sociales que posiblemente van a tratar de ignorar la certificación internacional del Código de Cianuro, como también van a tratar de ignorar que la mayor contaminación del río Santa se produce por desechos urbanos y rurales que las alcaldías se niegan a manejar técnica y responsablemente.A las puertas de la creación de un ministerio del medio ambiente es bueno que nos preparemos desde hoy a ver el tema con menos apasionamiento.El papel del Gobierno, del Estado y de la reguladora que habrá de crearse será importante y decisivo y el de las ONG ambientalistas tiene que orientarse, como dijimos al comienzo, más por criterios de credibilidad que de impacto, de modo que ni las inversiones ni las comunidades vayan a pagar injustamente las consecuencias de políticas y actitudes equivocadas, señala Juan Paredes Castro.