El docente es la suprema clave para el cambio educativo. Su alta calidad garantizará resultados óptimos aunque también su ignorancia, aletargamiento o politización conducirá al ineludible desastre. En este sentido, la propuesta del Ministerio de Educación para forjar un nuevo magisterio que reclute a los jóvenes del estrato intelectual más alto de la secundaria, convirtiendo la carrera docente en atractiva y prestigiosa, es una de las más avanzadas y originales que se hayan dado en la historia de la educación peruana.El punto de quiebre está trazado y ahora corresponde emprender esta épica cruzada por el bien de los niños y jóvenes pero dentro de la más firme y aguerrida voluntad política del gobierno, de la universidad y de la comunidad educativa. Está claro que para romper el círculo vicioso de malos maestros y desterrar la tiranía sindical del Sutep hacían falta medidas creativas y acciones arriesgadas. Por eso, el programa, que en su primera fase otorgará becas a cinco mil jóvenes que pertenezcan al 5% superior de los egresados de secundaria para que sean los futuros maestros, es más que persuasivo. Ellos podrán estudiar en las mejores facultades de educación del país y dependerá de su dedicación y sacrificio para que una vez acabada la carrera accedan a una atractiva oferta laboral y salarial de un nuevo magisterio. Con un plan de estudios que comprenda tres ciclos por año es posible contar con la primera promoción dentro de tres años y medio. El segundo puntal para un magisterio transformado es convocar a los egresados universitarios de distintas especialidades, siempre con el criterio selectivo de que sean del 5% superior. Luego de seguir una capacitación a tiempo completo y cubierta por el Estado, podrán obtener un lugar expectante en la escuela pública. Pese a la coherencia de la medida, los perros del hortelano estarán a la orden del día para oponerse. ¿Cuál es la primera condición para enseñar? Lo sustantivo es conocer la materia que se imparte. La técnica de enseñanza, si bien no deja de tener importancia, es perfectamente salvable con las herramientas de actualización pedagógica y por tanto más sencillo de dominar que el propio conocimiento de la química o la literatura. En suma, el componente humano del nuevo magisterio provendrá de las mejores canteras, figura opuesta a lo que lamentablemente ocurre en la actualidad. ¿Y qué hacer con el actual magisterio? Por lo pronto, esperar que la Ley de la Carrera Pública Magisterial consiga cernir, aunque a paso lento, a los malos profesores, y también premiar con el ascenso y un mejor sueldo a los maestros que destaquen. Pero, para salir del sótano esto resulta evidentemente insuficiente. El país no puede esperar tanto tiempo. El informe mundial de competitividad del 2007 reveló que de 131 países evaluados estamos en el último lugar en educación primaria y en penúltimo en matemáticas y ciencias. ¿En qué fallamos? Hubo aumento de sueldos y mejora en la cobertura escolar, pero cometimos el pecado de abandonar la formación docente. O mejor dicho, faltó carácter para enfrentar al Sutep que durante décadas hizo una defensa a ultranza del profesor, menoscabando la relevancia del alumno, que es la esencia de su trabajo.Una de las características de una buena educación pública es que posee un efecto de equidad. El sueño es que el niño altoandino o el escolar de la alejada selva tenga un profesor con las mismas competencias que un maestro del colegio privado capitalino. Elevar la calidad del maestro es una causa justa.