La impotencia y la angustia marcaron su arrugado rostro, tal como ocurrió en la víspera cuando lanzó su desaforado discurso en pleno juicio oral por las masacres y los raptos presuntamente ocurridos durante los primeros años de su mandato. Pero ayer, ya sentado en el banquillo de los acusados por segundo día consecutivo, el extraditado Alberto Fujimori no solo parecía derrotado, sino también cansado de rememorar las órdenes que impartió el lejano 6 de noviembre del 2000, cuando sus emisarios allanaron la casa de Trinidad Becerra, esposa de su ex asesor Vladimiro Montesinos. Todo esto debió recordar Fujimori cuando el relator de la Vocalía Suprema de Instrucción, a cargo del juicio sumario, dio inicio a la lectura de sentencia por este proceso y repitió --hasta el hartazgo-- que el ex presidente --y solo él-- había comisionado a un falso fiscal y a sus edecanes de confianza para que allanaran la casa de Montesinos y sustrajeran todas las maletas, cajas y documentos que encontraran a su paso.A Fujimori también le recordaron que él ya había aceptado ser culpable de todas las acusaciones que le imputaba el Ministerio Público y que solo debía esperar su sentencia. Así ocurrió, alrededor de las 6:00 p.m., cuando el relator leyó la condena de seis años de prisión que decidió imponerle el vocal supremo Pedro Urbina Ganvini por ser instigador del delito de usurpación de funciones.