Ni los abundantes recursos del Estado puestos al servicio de la causa reeleccionista ni el llamado a erradicar la democracia a cualquier costo sirvieron a Hugo Chávez para conseguir en las urnas la aprobación de su cuestionada reforma constitucional.Los resultados aunque ajustados, según cifras oficiales --y sobre todo el elevado ausentismo electoral-- hablan por sí solos. Los venezolanos no estuvieron dispuestos a aprobar un proyecto político seudosocialista, desfasado y comprobadamente obsoleto, que aseguraba la permanencia indefinida del actual presidente de la República en el gobierno.Chávez terminó enfrentado a una crucial tenaza: el revés propiamente del referéndum y el hecho de no poder voltear los resultados ante la firme y vigilante actuación de las FF.AA.Al respecto debe señalarse que ha sido positivo que en el agresivo proceso de desinstitucionalización que padece Venezuela, las FF.AA. hayan actuado en el marco de la institucionalidad. Por eso, es importante precisar qué papel están cumpliendo ellas en estos días cruciales y cuál será su actitud más adelante.Basta revisar las reformas que el chavismo pretendía amarrar en esta nueva Constitución, para ver que en este referéndum ganó la voluntad de los venezolanos de luchar por recuperar plenamente el Estado de derecho, la democracia, el respeto a los derechos individuales, la independencia de los poderes públicos, la protección de la propiedad privada, el sentido de ciudadanía y, en definitiva, la libertad. Exactamente la otra cara de la moneda que buscaba imponer Chávez.Los grandes perdedores fueron el colectivismo trasnochado, el mesianismo gubernamental, el otorgamiento de poderes absolutos a la presidencia y la exportación de un afán hegemónico en la región. Y es que según la proyectada reforma constitucional, Chávez no solo hubiese podido restringir aun más el derecho a la información, eliminar la autonomía del Banco Central de Venezuela o inmiscuirse en las atribuciones del Tribunal de Justicia, e institucionalizar a las milicias urbanas, que le restarían poder a las FF.AA. También hubiese podido replantear el concepto de integración regional y, con ello, facilitar su objetivo de exportar a otros países un modelo seudosocializante que, no nos equivoquemos, no está tan dispuesto a deponer.La oposición venezolana, que finalmente decidió acudir a las urnas a pesar de todo, tiene ahora que interpretar muy bien los resultados de este referéndum, en el que se diluyó el fantasma del fraude. Sobre todo tiene que empezar a trabajar para convertirse en la alternativa responsable y viable que necesita ese país. Por el momento, esa representatividad se la ha ganado con creces el joven movimiento universitario que salió a las calles para enfrentar casi heroicamente al chavismo y que se ocupó de informar --casa por casa, por correo electrónico e Internet-- sobre las consecuencias nefastas de no asistir a votar.Los venezolanos no deberían confiarse del mañoso discurso conciliador de último minuto de Chávez que --como ha dejado entrever-- buscará la manera de hacer prevalecer su cuestionado proyecto político por distintas vías, incluidas algunas que podrían ser ilegales y tramposas.En este momento, parece no poseer ya las adherencias militares de antaño, pues los cuarteles hoy lo miran vigilantes de soslayo. Pero aún tiene cinco años más de gobierno, una mayoría parlamentaria absoluta y el poder que da el precio del petróleo. Sigue siendo la peor amenaza a la democracia en Venezuela y en América Latina. Entretanto estaremos atentos a los cambios que se podrían producir en el mapa político regional después del auspicioso referéndum venezolano.