¿QUÉ PASA CON LA DEUDA?
3 de febrero de 2005

Hoy, el Perú debe casi US$29 mil millones. Ese monto ha crecido 13% en los últimos dos años y la mayor presión sobre nuestro presupuesto público (la 'joroba' de la deuda) se sentirá desde este año hasta el 2012. Actualmente nos endeudamos para pagar deuda existente, es decir, solo estamos 'pateando' el problema hacia adelante. Lo que pagamos anualmente equivale a cinco veces el presupuesto de todo el sector Salud, tres veces Educación y 20 veces el del Poder Judicial. Y esos montos no incluyen otras contingencias (como los bonos de la reforma agraria o las obligaciones de la Caja de Pensiones Militar Policial). ¿Qué se puede hacer? ¿Por qué tenemos que destinar uno de cada cuatro soles del presupuesto nacional a pagar la deuda externa? ¿No sería más eficaz destinar ese dinero a inversión productiva que genere ingresos por recaudación o a combatir directamente la pobreza? ¿Hace bien el Gobierno en buscar "reperfilar" la deuda?Como cualquier familia que obtiene un préstamo y lo gasta, los países que se endeudan tienen que pagar sus deudas para seguir siendo sujetos de crédito y, sobre todo, porque de no hacerlo afectan los flujos de financiamiento hacia el sector privado. El símil sería: si el abuelo y el padre hicieron perro- muerto, por más serio que parezca el hijo y el sobrino, difícil que alguien les quiera prestar. Igual ocurre con los países que no honran sus compromisos.Asimismo, como cualquier persona que se da cuenta de que no va a poder solventar los mayores pagos de sus deudas acordados para el año entrante, un país debe "reperfilar" su deuda para "hacerla más llevadera". Pero como cualquier familia, eso no soluciona el problema de fondo de vivir endeudados y con ello, tener hipotecado su futuro. Merece un cambio de enfoque. Así como no es sostenible que una familia sin ingresos suficientes se concentre en financiar los saldos de su tarjeta de crédito para "poder seguir usándola", sin adoptar otras medidas, un país no puede seguir gastando de manera ineficiente sino que tiene que buscar ahorrar y generar nuevos ingresos para salir adelante, porque si no - como bien lo saben las familiar endeudadas- los intereses te terminan 'comiendo'.Como país, en vez de solo focalizarnos en nuestra tarjeta de crédito (que por ahora está en buenas manos y bien financiada) debemos trabajar en tres frentes urgentes. Primero, impulsar metas de ahorro concretas y exigibles, de las cuales dependa el destino de cada jefe de entidad pública. Si el sector privado se ajusta los pantalones, por qué no podemos pensar que el Estado también lo pueda hacer, exigiendo una mejora tangible en la calidad y eficacia del gasto. Segundo, poner en valor los activos del Estado y ver cómo usarlos para generar más ingresos y, en su caso, reducir gastos del Estado. Pienso, por ejemplo, en los distintos locales de propiedad estatal que bien podrían darse en concesión como lo hizo la Universidad Católica con el centro comercial San Miguel. Tercero, promover proactivamente oportunidades de inversión rentables, porque cada vez que una empresa arroja utilidades el Estado recauda un tercio de ellas. El hecho que hoy nuestra deuda pública sea y esté bien manejada, no nos exime como ciudadanos de preocuparnos porque las causas del endeudamiento nacional sean debidamente analizadas y abordadas, señala Beatriz Boza, en la columna "el rincón del autor".