El paso de los días está dando la razón a las bancadas opositoras en el Congreso: Su pedido al ministro del Interior Luis Alva Castro para que señale y tome acciones contra los funcionarios responsables del fracaso de las recientes licitaciones de patrulleros y pertrechos cayó en saco roto. Y lo que pudo ser una tabla de salvación para evitar la censura y una oportunidad para el cambio se ha convertido en un argumento más a favor de dicha moción.Algo huele muy mal aquí. ¿Por qué el ministro insiste en que las cosas están bien en su sector, cuando lo obvio para el Congreso y la ciudadanía es que existe una estructura corrupta en el sistema de compras del Interior, intocada e impune desde hace décadas?¿Qué es lo que impide que el doctor Alva Castro actúe con firmeza y decisión ante estas mafias? ¿Es solo falta de voluntad, indolencia o hay algo más? ¿Acaso no entiende que, luego de los recientes escándalos y graves denuncias, dejar las cosas como están es una opción descartada?Efectivamente, si no se actúa ahora para erradicar de raíz la estructura corrupta del sector, no solo este sino los próximos ministros del Interior tendrán sobre sí una permanente y odiosa espada de Damocles.Adicionalmente, se está haciendo enorme daño a la gestión del Gabinete y del Gobierno como tal, que no pueden seguir conviviendo con esta amenaza de corrupción y creciente descrédito.¿Qué hacer? El ministro Alva Castro tiene que asumir su responsabilidad política y pensar en renunciar al cargo. Eso sería lo más digno, en lugar de obligar a su partido a negociar votos más, votos menos, ante una eventual censura, lo que le resta carácter y autoridad moral para continuar en un cargo tan gravitante para la seguridad ciudadana.Y el Gobierno, a su turno, tiene que ser coherente con sus anuncios, extirpar la mafia de compras que existe en el sector Interior y tomar con la debida urgencia y seriedad la iniciativa de centralizar de una vez por todas las compras del Estado... ¡ya!