Es común señalar que el Perú es un país minero debido a que, desde los tiempos coloniales, las exportaciones mineras han jugado un rol central en el conjunto de nuestras exportaciones. Así ocurrió a pesar de las transformaciones económicas que vivió el globo terráqueo y, lógicamente, la economía del Perú. Nuevos productos de exportación como la harina de pescado, el azúcar, el algodón o el café, sumados a las denominadas exportaciones no tradicionales, no terminaron con la importancia del sector minero en la economía nacional. En las últimas décadas –desde fines del siglo pasado hasta la actualidad– nuevos yacimientos mineros se unieron a lo que podría denominarse la minería tradicional: al cobre, plomo, zinc y plata se unieron los nuevos yacimientos, principalmente de oro que ayudan notablemente a mantener el creciente ingreso de divisas. La minería genera ingresos para el fisco –vía impuestos–, otorga salarios por encima del promedio de nuestro país a sus trabajadores y permite la creciente llegada de moneda extranjera (divisas) como forma de ayudar al creciente impulso de nuestra economía por crecer y desarrollarse.