Cuando escuchamos decir a monseñor Luis Bambarén que esta es la hora de la minería del tercer milenio, es decir de la más avanzada, sus palabras vienen acompañadas por el silencio de muchos otros protagonistas que prefieren no hablar de la contaminante minería de socavón que todavía tenemos en abundancia. Ocurre que la minería del tercer milenio, en la que podemos nombrar a Antamina, Barrick, Billiton, Xstrata, Tintaya y Las Bambas, ha actuado más por cuenta propia para mejorar sus estándares de impacto ambiental y de buen manejo de su entorno social, que guiada por las decisiones y acciones de un Estado que prefiere todavía mirar desde el balcón. Algo tiene que agradecerle la minería moderna al Estado Peruano, sin duda. Entre otras cosas, haber hecho más atractivas las inversiones en el sector a través de contratos estimulantes. No obstante ello, las empresas han tenido que arreglárselas solas, contra viento y marea, para dejar atrás las preocupaciones de las comunidades por las amenazas de contaminación y por los cambios bruscos que la actividad extractiva suele generar en sus condiciones de vida.