EL ABRAZO DEL OSO
28 de enero de 2005

Ya llamaba la atención que Javier Diez Canseco no terciara en el debate sobre reducción de sobrecostos laborales. Finalmente lo hizo. No podía fallarle a su clientela política, ese apenas 12% de la PEA que goza de todos los beneficios laborales establecidos en la ley. Por supuesto, para salir en su defensa, inventó primero las amenazas: escribió en "La República" que hay un grupo de malvados empresarios que pretende consagrar la jornada de doce horas, liquidar el derecho a la sindicalización y desaparecer cualquier vestigio de estabilidad, entre otras horrendas intenciones. Todo absolutamente falso, cuando no. Nadie ha planteado algo parecido.Tampoco podía quedarse sin decir, él también, que lo que los empresarios quieren es el "cholo superbarato". ¡Pero si el cholo superbarato es el que no tiene ningún derecho, ninguna protección, es decir, la mayoría, que trabaja en la informalidad debido, precisamente, a que la formalidad es muy costosa! Lo que algunos pedimos es reducir los sobrecostos de la formalidad para incorporar paulatinamente a las mayorías excluidas, para que los micro, pequeños y hasta medianos empresarios puedan otorgar algún nivel de protección formal a sus trabajadores y para que no tengan que seguir contratándolos de manera informal. Y a eso se opone, entonces, JDC. Su prédica solo sirve para generar y perpetuar el "cholo superbarato" y sin derechos.Naturalmente, acusó a los empresarios y sus aliados de querer "despojar a los trabajadores de los pocos derechos que aún conservan". Debería decir "al 12% de los trabajadores", para comenzar. En segundo lugar, debería leer los trabajos de Jaime Saavedra, Miguel Jaramillo y Maruyama en Grade: los sobrecostos laborales (o costos no salariales) no disminuyeron, sino que aumentaron considerablemente en la década del noventa. Pasaron de aproximadamente un 48% a fines del gobierno de García a alrededor del 64% en el 2000. Durante 1993 y 1995 llegaron casi al 70%. No solo eso: el costo del llamado despido arbitrario aumentó también, lo que desalentó aun más el contrato formal. Esas son precisamente las razones por las que el empleo formal no creció como parte de la PEA: porque una parte significativa del importante nuevo empleo generado sobre todo entre 1992 y 1997 (1'300.000 empleos) se hizo de manera informal, dado que los sobrecostos eran muy altos.Se trata de reducirlos, pues, precisamente, para generar empleo formal, protegido, con derechos. La inestabilidad e inseguridad infrahumanas de la mayor parte de trabajadores peruanos es consecuencia principalmente de los excesivos sobrecostos. Una vez más -el comunismo fue el epítome- un paraíso ideal que solo produce un infierno real. Es el abrazo del oso: te quiero tanto que te mato. ¿No se entiende?, señala Jaime de Altahaus, en su columna "rincón del autor".

  • [El Comercio,Pág. A 4]
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