Es casi medianoche en Castrovirreyna (Huancavelica) y aunque uno siente que el frío perfora los huesos, la temperatura aún no ha descendido hasta los dos grados bajo cero a los que llega en estas épocas. Eso ocurrirá, inevitablemente, a las dos o tres de la mañana, y a esa hora a los Sullca Ayuque, y a cientos de familias de esta ciudad, no les quedará otro camino que aferrarse a sus viejas frazadas para soportar en plena calle, a la intemperie y sin ningún otro tipo de protección o abrigo, el duro clima.Ha pasado una semana desde que ocurrió el sismo de grado 7 que sacudió la zona del sur chico del país, pero, aquí en Castrovirreyna, la gente aún no olvida los interminables 3.5 minutos que dejó al 90% de sus casas inhabitables. La mayor parte de las viejas construcciones de adobe aún se mantiene en pie, pero sus agrietadas paredes están a punto de perder la batalla contra la furia de la naturaleza.