"El día que usted reporte un muerto de hambre o de sed, avíseme y yo podré decir que me equivoqué", dijo el presidente Alan García hace tres días. Cansado por las reiteradas preguntas sobre la pobre organización en la repartición de las donaciones el mandatario quiso así dar por zanjado el tema. Pero la noticia que llegó desde Cañete sobre la muerte de una pequeña, de tan solo un mes y medio de vida, debe haberle caído como una cachetada. Y ahora ya quedó avisado. Y no es que la muerte de la pequeña Flavie Jara Huamantinca sea solo un número más que incrementará la ya abultada cifra de víctimas mortales del terremoto que arrasó con las ciudades del sur de Lima. No. Lo lamentable es que la niña murió porque a su madre Elizabeth Jara simplemente nunca le llegó parte de esa ayuda que, por toneladas, arriba diariamente a la Base Aérea de Pisco.