La situación de destrucción, muerte y desolación que hoy viven ciudades como Pisco, Chincha e Ica no sería distinta en Lima si el epicentro del sismo de la noche del miércoles hubiera sido la ciudad capital. Y aunque para los limeños los interminables dos minutos que duró el remezón no significaron más que un buen susto o unas rajaduras en las paredes de sus viviendas, es necesario advertir que ante un eventual movimiento mayor en Lima las consecuencias podrían ser catastróficas. Las proyecciones de vulnerabilidad de las construcciones de la ciudad son alarmantes: ante un fuerte sismo en Lima, por lo menos el 20 por ciento de los hospitales, el 20 por ciento de las casas y el 40 por ciento de los colegios sufrirían graves daños que tendrían -como consecuencia- la pérdida de una gran cantidad de vidas.