Cada hora que pasa reparamos en las terribles y desoladoras dimensiones del desastre del sur chico. Y cuando empezamos a enterrar a nuestros muertos debemos seguir reflexionando sobre la mejor manera de enfrentar esta crisis para socorrer a los miles de damnificados.Y mientras nos abruma la cadena de solidaridad tenemos que buscar maneras de imponer orden, eficiencia y transparencia para que la ayuda llegue a quienes la necesitan con urgencia.Las donaciones son, afortunadamente, incontables, pero son evidentes las fallas y desorden en el reparto. Al parecer, la magnitud de la tragedia rebasa la capacidad del sistema de Defensa Civil.Y es que siguen llegando gruesos donativos, materiales y financieros, de ciudadanos y empresas peruanas, de municipalidades provinciales y distritales, así como de países hermanos.Todo esto tiene que ser repartido a los afectados en los diversos poblados, sin olvidar a ninguno y sin permitir la duplicación ni el desperdicio de recursos. Resulta evidente, entonces, que la emergencia necesita una gerencia logística, centralizada y de alto nivel, para manejar los fondos millonarios y convertirlos hoy en alimentos, agua, medicinas y carpas; y mañana en planes de reconstrucción serios. Por el alcance de sus atribuciones y responsabilidades, esta gerencia podría depender de la Presidencia del Consejo de Ministros.Es fundamental garantizar la seguridad ciudadana y castigar a los delincuentes que propician saqueos y pretenden sacar provecho de esta tragedia que nos enluta. En otros países, cuando se dan situaciones de saqueo generalizado ha salido el Ejército a patrullar. Esta es una opción que no debe descartarse. (Edición sábado).