El país está de duelo. La magnitud y el dramatismo de la catástrofe, los más de 500 compatriotas fallecidos y el más de un millar de heridos que dejaron el terremoto y los sismos nos obligan a ponernos de pie para ir en apoyo de las víctimas de una tragedia que nos conmueve como colectividad.Todos podemos y debemos poner el hombro: ciudadanos, empresas y obviamente el Gobierno. Lo que se necesita ahora son manos, médicos y más muestras de solidaridad y donaciones: desde maquinarias, agua y alimentos, hasta medicinas, cobertores y tiendas de campaña. Finalmente, todos somos Defensa Civil.El país debe agradecer la generosa ayuda humanitaria de países hermanos, de la comunidad internacional y de empresas locales que han acudido prontos en apoyo de los más afectados.A día y medio de la tragedia, debe reconocerse que, en líneas generales, la acción del Ejecutivo fue oportuna. Se organizó el apoyo a las víctimas, el traslado de heridos, se comenzó a evaluar los daños en la infraestructura pública y se exigió cuentas a ciertas autoridades y servicios públicos que simplemente colapsaron.Ha hecho bien el Gobierno en pedir explicaciones a los operadores de los servicios de telefonía fija y móvil (Telefónica, Claro y Nextel), sobre el corte y la suspensión de las comunicaciones producidos en el peor momento. Han salido a flote serios e inexplicables vacíos en la cobertura, más allá de la emergencia, lo que debe motivar una investigación posterior. De no haber sido por los medios de comunicación, muchas víctimas no podrían haber tomado contacto con sus familias. El Ejecutivo tiene que continuar con esta evaluación para ver cómo reaccionó el resto de instituciones, los ministerios, los servicios públicos, la policía, los bomberos y la misma ciudadanía. PREVENCIÓN EN CRISISEl Estado ha demostrado que puede reaccionar rápidamente ante un sismo, pero también que la prevención sigue siendo un reto pendiente. No es el primer terremoto que afecta el sur chico, pero seguimos sin poder evitar y amortiguar al máximo los daños que causan fallas geológicas como la placa de Nasca.Es inconcebible además que, ocurrida la crisis, una entidad crucial y de reconocido prestigio en el pasado como el Instituto Geofísico del Perú (IGP) no fuera capaz de informar datos evidentes como la duración del terremoto, cuántos sismos se producían, etc. La situación era confusa, pero nunca antes el IGP se había quedado mudo, al punto de que hubo más información sobre el sismo proveniente del extranjero y de Internet. Tan preocupante reacción del IGP condujo incluso a error al mismo presidente García quien, fuera de los datos corregidos luego, supo infundir calma a la población y organizar las primeras medidas de emergencia. Por su parte, Defensa Civil, como organismo rector responsable de la prevención y auxilio en caso de desastres, tiene que convocar a las autoridades locales y regionales de todo el país para actuar rápida y oportunamente. Además, debería convertirse en el gran coordinador de las actividades pendientes, para instalar hospitales de campaña, puentes aéreos para el traslado de las víctimas, administrar la ayuda de la capital y del extranjero, etc.SOLIDARIDAD, NO PILLERÍASEs importante que el presidente García insista en que el Gobierno no repetirá los errores del pasado y no dejará que la burocracia dificulte la ayuda. Bien que se haga un censo para registrar a las familias que han perdido sus viviendas y que el Estado las ayude a levantar otras. También que la caja fiscal subvencione directamente a las víctimas y financie la reconstrucción, lo que debe ser parte de un plan técnico.Lo inadmisible es que, en momentos como estos, algunos malos peruanos pretendan sacar provecho de esta desgracia. Es una vergüenza que empresas de transporte interprovincial y de taxis usufructúen con el costo de los pasajes y que inescrupulosos cometan actos de pillaje. Estos excesos, despreciables e indignantes, no pueden aceptarse y tienen que merecer la mayor sanción que permitan la ley y la vindicta pública. Felizmente, frente a estas actitudes buitrescas, hay más y más demostraciones de solidaridad y generosidad para ayudar a los hermanos en desgracia, en Pisco, Ica, Chincha, Cañete y en todos los caseríos aledaños afectados.