Silenciosamente, aunque con algunas serias advertencias como la de Hernando de Soto, nos hemos convertido en un país netamente informal. El barniz de formalidad que se observa está también cargado de una espantosa informalidad. En la puntualidad lo somos, está bien que el tiempo sea un estado de ánimo, así lo definió el psicoanalista Jacques Lacan, en relación al complejo tiempo del inconsciente; pero sin aquello de 'the time is money' una sociedad no puede organizarse cabalmente y menos desarrollar. Pese al pomposo anuncio de una campaña por el respeto de la hora nada pasa. En los últimos tres meses asistí a dos obras de teatro, una empezó 20 minutos tarde y la otra 15. Ni asistentes ni organizadores parecían perturbados.Somos informales además en el cumplimiento de las tareas encargadas, pienso en la pléyade de gasfiteros, pintores, carpinteros y otros oficios o en la mecida de la que uno puede ser víctima por grandes compañías e instituciones, miles de miles de peruanos no tienen documento de identidad, otros ni siquiera están inscritos. Narcotráfico, contrabando, piratería son purita e incontrastable informalidad, atraviesan nuestra vida cotidiana pasa por estos, y millones se ganan la vida con ello. Están al margen de la ley, lo saben, pero "chamba es chamba".No se piense que hay un límite claro y prístino entre formalidad e informalidad, qué va. Se da todo tipo de mixtura, un solo ejemplo: los que pagan a la Sunat pero tienen un régimen laboral informal. Y esto nos lleva al mundo del trabajo: cifras no cuestionadas indican que el 80% de los trabajadores no goza de beneficios sociales, cero seguro, cero vacaciones, sueldo mínimo y CTS. Son ciudadanos de futuro incierto, qué pasará cuando se jubilen y no tengan pensión, cuando se enfermen y no cuenten con seguro, quién se ocupará de ellos.Como todos, los informales tienen sus valores y una visión propia del mundo. Las reglas municipales, las del Estado, les producen una inmensa indiferencia, en cierto sentido algo de razón tienen. Si los gobiernos nada me ofrecen, ni salud, educación y vivienda, pues vivo a mi manera. No hay que ser Frank Sinatra para hacerlo. Pero detrás de la indiferencia ante un Estado que ni conocen hay desprecio y rabia.En estos últimos días han ocurrido dos hechos que muestran una realidad subyacente a la que no se le presta mucha atención: el incendio de la fiscalía de Oxapampa por pobladores enardecidos y el cuasi linchamiento con salida en burro de autoridades de un pueblo de Moquegua. Sumémosle a ello los accidentes carreteros, el transporte en general, la maraña burocrática, la coima diaria e institucionalizada u otros ingredientes y tendremos un coctel llamado: Informalidad sour, dificilísimo de encauzar, señala la periodista Mariella Balbi.