POLÍTICAS DE ORO PARA PROGRESAR
29 de julio de 2007

Ser los quintos productores de oro en el mundo y los primeros en América Latina podría indicar que la actividad aurífera en nuestro país es una panacea, pero no lo es. Para probarlo, basta solo observar los graves problemas que enfrentan dos de sus estratos: la minería artesanal y la gran minería. Empecemos por la más pequeña. Según datos del Ministerio de Energía y Minas, aproximadamente el 70% de la minería artesanal dedicada a la extracción de oro en el Perú es informal. Esto quiere decir que 42 mil, de las 60 mil personas que se estima se dedican a esta actividad, ocupan ilegalmente terrenos privados, contaminan el medio ambiente por operar sin técnicas adecuadas, generan conflictos sociales y perjudican su propia salud. Como se sabe, los mineros artesanales informales invaden yacimientos de oro y lo extraen de forma personal y directa, utilizando herramientas y aparatos muy rústicos y simples. Muchos de ellos han sido campesinos que de una forma improvisa --y desesperada-- intentan de esta manera salir de la pobreza en la que se ven sumergidos. Al inicio, la minería artesanal informal se desarrolló principalmente en el sur del país, en lugares como Madre de Dios, Arequipa, Ayacucho y Puno. Con el incremento del precio del metal, hoy la actividad se ha expandido al norte, en zonas como Piura, La Libertad y Cajamarca. La problemática en relación con contaminación en los distritos de Las Lomas, Suyo y Tambogrande, en el cerro El Toro, y en el cerro Algamarca, ubicados en estos tres departamentos, respectivamente, es por demás conocida.