Afecta sensiblemente los intereses de todos los peruanos que el Departamento de Estado de Estados Unidos recomiende a sus ciudadanos tomar precauciones cuando visiten el Perú, debido a nuestra complicada turbulencia social, agravada por el bloqueo de carreteras y el cierre de aeropuertos. Es un duro golpe para una industria privada que se alistaba a recibir las Fiestas Patrias con un previsible crecimiento de 11% del turismo interno y externo; y paradoja cruel para un país que aún celebra la elección de Machu Picchu como una de las siete maravillas del mundo.Es indignante que grupos radicales y violentistas tengan como objetivo causar estragos al turismo. Lo hemos visto en Arequipa, Ucayali, Ayacucho y Cusco. En esta última ciudad, turbas incontrolables impusieron el caos e impidieron la salida del tren a Machu Picchu. Y los frustrados turistas no han podido abordar sus aviones para continuar su rutas de descanso y esparcimiento. ¿Qué hacer? Pues elaborar una estrategia para auxilio inmediato de esos turistas, de modo que se minimice los daños y la mala imagen. Un buen ejemplo proviene de Europa, donde existe un acuerdo sindical para que cualquier protesta que realicen no afecte al turismo. Oficialmente, la turbamulta nacional está generando pérdidas por cinco millones de dólares en el sector turismo. Pero es incalculable la secuela que tendrá para el ciudadano europeo, asiático y estadounidense que planeaba visitarnos .La policía y la autoridad judicial deben actuar severamente contra los irresponsables saboteadores que afectan los intereses de miles de ciudadanos y cuyo arcaico pensamiento solo parece querer llevarnos a un suicidio colectivo.