Hay que poner punto final a las insanas especulaciones que quieren forzar cambios ministeriales, promovidas interesadamente por grupos dentro del propio partido oficialista, que no reparan en el grave daño a la estabilidad democrática.Esta vez el pretexto es la cercanía del 28 de julio, cuando se cumple el primer año de gobierno y tradicionalmente se pone los cargos a disposición. Habría que dejar de lado este innecesario y absurdo ritual anual, pues solo crea un río revuelto en que algunos pretenden jalar agua para su propio molino. Tiene que cambiarse esta cultura del 'Gabinete fusible' y proyectar el plazo de la labor ministerial al modo como lo hacen los europeos, que duran tres, cuatro y hasta cinco años. Solo así podrán poner en práctica un plan sectorial de gobierno eficiente. Lamentablemente, subsisten ciertos sectores radicales del aprismo que quieren ver el gobierno como una parcela partidaria para pagar favores políticos o rotar cargos, solo por la fuerza del carnet, aunque no tengan capacidad ni méritos técnicos. Las cuotas partidarias para llenar ministerios fueron muy nefastas en el pasado, como lo entendieron los gobiernos anteriores y el segundo gobierno aprista, donde destacan muchos técnicos independientes.Colocar una espada de Damocles anual sobre cada ministro resulta, pues, inconveniente. También porque se necesita tiempo para asentarse en el cargo y conocer en profundidad los problemas de cada sector. Sobre todo ahora cuando el Gobierno --encabezado por el presidente Alan García y el jefe del Gabinete Jorge del Castillo-- ha anunciado la articulación de nuevas políticas integrales para luchar contra la pobreza, acelerar la reforma del Estado y derrotar al narcotráfico y la criminalidad. ¿Cuánto demoraría integrar a nuevos ministros, imbuirlos en estos temas y formar equipos?Claro que si hay un ministro que no rinde o a quien el cargo le queda grande , tienen que llamarle la atención o removerlo. Pero no hay que esperar a julio para eso. El obsoleto y politiquero ritual juliano debe quedar en el pasado, para abrir paso a una nueva dinámica ministerial caracterizada por evaluar objetiva y permanentemente el liderazgo sectorial, el compromiso con los objetivos de gobierno y la eficacia de la gestión de cada ministro. ¡Alto a los rumores, zancadillas y serruchadas partidarias con nombre propio!